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Fin de semana en Murcia

No hay mejor noticia para una servidora que recibir un email o una notificación en las redes sociales diciéndome que he ganado un premio y más si ese premio consiste en un viaje. Algunos han caído ya para Los Viajes de Dora y en esta ocasión el premio consistía en un fin de semana en Murcia capital con estancia incluida, viaje en tren desde Madrid, y transfer desde la estación hasta el hotel ida y vuelta. Así que, a pesar de las dudas iniciales por dejar a los chicos solos durante todo el fin de semana, nos lanzamos a esta nueva aventura solos.

Llegamos a la estación de Atocha con tiempo, como suele ser normal en nosotros, y cuál fue nuestra sorpresa, pues hacía muchos años atrás que no utilizábamos el tren como medio de transporte, que no pusieron la vía por la que iba a salir nuestro tren hasta unos minutos antes de la hora de salida; vamos, que tuvimos todos que ir casi corriendo para no perderlo, me recordó mucho a las películas de Paco Martínez Soria y todo porque salíamos de cercanías, que pienso yo, ¿no deberían dejar cercanías solo para cercanías y el resto de trenes salieran de otras vías para evitar ese caos? Una vergüenza, una falta de previsión y de organización. Pero bueno, la cuestión es que cogimos el tren a tiempo, in extremis, pero a tiempo y después de 5 horas más o menos llegamos a nuestro destino, la estación del Carmen de Murcia. Como habíamos llegado con algo de retraso, nuestro chófer ya nos había avisado de que estaba esperándonos, así que al salir, solo tuvimos que llamarle para que se acercara a la estación ya que en la misma no se puede aparcar a no ser que seas taxi. En unos pocos minutos llegamos a nuestro hotel, Zenit Murcia, del que ya tenéis su propia entrada en el blog y después de llegar a nuestra habitación, nos dispusimos a buscar un sitio donde cenar pues ya iba siendo tarde. 





No nos fuimos muy lejos a cenar porque hay que recordar que los viajes en tren cansan mucho y además por la mañana habíamos tenido que ir a trabajar así que no queríamos irnos muy pronto a dormir para así despertarnos temprano al día siguiente y aprovechar al máximo ese día. 

Así que nos acercamos a la Plaza de las Flores, a escasos metros de nuestro hotel, donde había bastantes restaurantes donde elegir. Al final nos decantamos por el Mesón de Murcia en donde pedimos unos montaditos y una ensalada de la casa, riquísima y muy completa. Y de postre un flan de queso.








No dio para más de sí el día. A dormir que el sábado prometía ser muy largo. 

A la mañana siguiente madrugamos y mucho, incluso antes de que sonara el despertador, creo que con los años voy echando de menos mi cama y mi almohada y no consigo dormir totalmente bien en hoteles a no ser que llegue absolutamente cansada. 

Después de un potente desayuno, una de las cosas que más nos gustó del hotel, nos dispusimos a empezar a visitar Murcia. Como habíamos madrugado bastante, incluso tuvimos tiempo de acercarnos a los restos de la muralla árabe y al mercado de Verónicas antes de dirigirnos ya a uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad: su Catedral. 











Antes de llegar a la catedral, pasamos por el Ayuntamiento con sus jardines, aunque en ese momento no pudimos acceder a su interior pues estaba cerrado.






Ya en la Plaza de la Catedral, antes de acceder a la misma, nos quedamos un buen rato observando la fachada del Palacio Episcopal, impresionante. En su fachada norte, la que da a la plaza donde se encuentra la Catedral, aparecen tres puertas, una principal y dos laterales. La lateral derecha da acceso a la Capilla con la Adoración perpetua del Santísimo Sacramento, joya del barroco en su transición al rococó, a la que accedimos a su interior. 



     


Llegado ya el momento de maravillarse con la increíble fachada barroca de la Catedral, proyectada en el siglo XVIII por Jaime Bort. Antes de pasar al interior, dimos una vuelta por todo el exterior, para ver la Puerta de los Apóstoles, la Puerta de las Cadenas y el exterior de la capilla de los Vélez. 




     



En su interior destaca la Capilla Mayor, la Capilla de la Inmaculada, la Capilla de los Vélez y la capilla de Gil Rodríguez de Junterón, así como su girola.






Teníamos la intención de subir a la torre de la catedral, pero aún era temprano, ni siquiera habían abierto, así que nos dimos una vuelta por los alrededores. Y así vimos el edificio Moneo, la casa Guillamón, el Palacio de Fontes... E incluso tuvimos la oportunidad de acceder al interior del Ayuntamiento aunque solo nos dejaron fotografiar el hall de entrada y la escalera de acceso al piso superior, pero algo es algo.


     


Seguimos dando una vuelta por los alrededores de la catedral a la espera de que abrieran el acceso a la torre de la misma para poder contemplar la ciudad desde lo alto, y es que cada vez nos gusta más disfrutar de las ciudades o pueblos desde lo más alto; te da una visión del lugar totalmente diferente a cuando estás a ras del suelo. Y de nuevo, la suerte nos volvió a sonreír, en la plaza de la catedral, encontramos las puertas abiertas del Palacio Episcopal, nos asomamos a ver si podíamos ver su interior, tan solo nos dejaron pasar al patio y a las escaleras de acceso a la planta superior, pero la verdad es que nos dimos por más que satisfechos. 



 





La visita a la torre se hace con visita guiada, supongo que medidas de seguridad. Fue interesante y solo estábamos nosotros dos más un joven. Eso sí, las rampas (afortunadamente rampas no escaleras) para acceder a lo más alto, fueron un poco duras. Menos mal que la guía nos fue parando en cada tramo para irnos explicando las vicisitudes de la construcción de la torre. 

Una vez en lo más alto, donde las campanas, esperamos unos minutos para poder oír a una de ellas tocar los menos cuartos, de hecho tienen las vistas programadas para que puedas escucharlas. 


     



     




Después de subir a la torre y bajar claro, una servidora estaba algo cansada, así que me fui a la Chocolatería Valor, riquísimo el chocolate como siempre, mientras que el fotógrafo oficial del blog se fue a visitar el Museo de la Catedral, os dejo aquí simplemente unas fotos y ya le dedicaré una entrada al mismo. A mí personalmente, cada vez me parecen menos interesantes los museos diocesanos, a no ser que sean muy importantes, como los Museos Vaticanos que visitaremos en Semana Santa. 









Nos dirigimos a continuación al conjunto monumental de San Juan de Dios, en donde solo visitamos la iglesia con acceso libre, porque para visitar los restos arqueológicos, había que apuntarse a la visita guiada y eso implicaba tener que volver a esa zona por la tarde, ya que las visitas de la mañana estaban ya completos, además no se podían hacer fotos, así que, como bien sabéis los que nos seguís, no somos muy partidarios de esa prohibición ya que hoy en día con las cámaras digitales, se pueden hacer perfectamente fotos sin flash en cualquier interior. La iglesia museo se creó en el mismo emplazamiento que ocupara el alcázar musulmán. 


     


     

A continuación tomamos la calle Pintor Villacis para continuar con la visita de la ciudad, y llegamos a la Iglesia de San Lorenzo, mezcla de estilo neoclásico y barroco. 


     


     

Y siguiendo por la misma calle hasta la Plaza de Santo Domingo en donde se encuentra la iglesia del mismo nombre, que por desgracia estaba cerrada. 




A donde sí que pudimos acceder a su interior fue en la iglesia conventual de Santa Ana y eso que cuando llegamos estaba cerrada pero aprovechamos que un señor salía de la misma para pedirle unos minutos para acceder y poder hacer unas fotografías y nos dejó. La iglesia responde al sistema tradicional de iglesia murciana del primer tercio del siglo XVIII, a base de capillas hornacinas entre contrafuertes.



      


     


Muy cerca se encuentra el convento de Santa Clara. En primer lugar accedimos a su iglesia y posteriormente al Monasterio-Museo. 

La iglesia es de estilo barroco. En su interior destaca el retablo-templete o baldaquino de clara inspiración italiana. A destacar también la Inmaculada Concepción de Francisco Salzillo y el grupo de San José y el Niño. 





Justo al lado de la iglesia, se encuentran las dependencias del Monasterio, hoy en día museo. Sobre el palacio islámico-mudéjar del emir murciano Ibn Hud se fundó el monasterio que desde el año 1365 alberga a las monjas clarisas. En este edificio confluyen siglos de historia y distintas culturas como la islámica, la gótica y la barroca. Conserva una de las albercas árabes más antiguas de España. 











     


Como podéis ver en las fotos la alberca está acristalada y no se puede acceder a ella pero no nos importó, desde los cristales se puede disfrutar de una verdadera joya; de hecho me recordó a la Alhambra. 

Seguimos paseando por la ciudad, haciendo tiempo para comer, hasta llegar a la Plaza de Santa Catalina en donde visitamos la iglesia del mismo nombre y el museo Ramón Gaya, pintor murciano fallecido en 2005. 












A estas alturas del día, como os podéis imaginar, empezábamos a sentir cierto hambre así que empezamos la búsqueda de un restaurante que nos llamara la atención. En esta ocasión, no habíamos reservado nada, así que nos lanzamos a la aventura, y dimos con el Restaurante El Amarre, del que ya tenéis una entrada con todo detalle, y degustamos unos típicos pinchos murcianos y un arroz. 



Con el estómago lleno, nos pusimos en marcha hacia el museo Salzillo situado en la plaza de San Agustín, algo lejos del centro. Sin duda, un imprescindible en Murcia, a pesar de que, en teoría, esté prohibido hacer fotos. El museo está dedicado a las obras del escultor barroco murciano Francisco Salzillo, y en él se exponen los pasos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, que salen en procesión en la mañana de Viernes Santo, su Belén napolitano de 556 piezas y una gran cantidad de bocetos preparatorios del imaginero. En principio, os dejo aquí algunas fotos pero no es quede ni la menor duda de que este museo, que nos encantó, tendrá su propia entrada. 









A estas alturas del día como os podéis imaginar el cansancio ya iba haciendo mella en el cuerpo después del madrugón y de los kilómetros que llevábamos recorriendo la ciudad pero aún nos quedaba uno de esos lugares imprescindibles, de los que no te puedes perder: el Casino. Una pena que no pudiéramos entrar a dos de las estancias porque había unos eventos, eso sí, al menos nos cobraron unos dos euros menos por la molestia. Ni qué decir que ya escribiré una entrada sobre el casino. El edificio que comenzó a construirse en 1847 es un mezcla de diferentes corrientes artísticas que coexistieron en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.








Después de reponer fuerzas en una cafetería, nos fuimos al Museo Arqueológico, en donde pudimos ver una exposición de arqueología de Murcia y su región desde el Paleolítico hasta la Época Tardorromana. 




Por último, antes de volver al hotel pasamos por el Palacio Almudí ya que abrían algo tarde para una exposición sobre Floridablanca. Por desgracia no dejaban hacer fotos en el interior. 


De vuelta al hotel a descansar, tuvimos suerte de que la iglesia de San Pedro Apóstol, que se encontraba justo frente al hotel, estuviera abierta, así que accedimos a su interior para hacer alguna foto. 



Después de un breve descanso, salimos a cenar de nuevo a la zona de la Catedral, preciosa iluminada de noche. Como habíamos comido bien, tomamos algo suave en una cafetería que había justo en la plaza. 





Nos fuimos directamente a dormir bien pronto, había sido un día completo. Al día siguiente, domingo ya, teníamos el viaje de vuelta que habíamos adelantado, y menos mal porque lo que es Murcia capital ya la habíamos recorrido prácticamente de punta en punta. 

A la mañana siguiente después de un potente desayuno y dejar la maleta en consigna, nos fuimos directamente a la calle Plano de San Francisco pues es donde los domingos hay un mercadillo a ver si el fotógrafo de la familia encontraba algún objeto que llevarse de recuerdo. Aprovechamos para dar una vuelta por los jardines y cuando la hora de recogida del chófer se acercaba, volvimos al restaurante en el que habíamos cenado el primer día para comprar unos bocadillos ya que íbamos a comer en el tren. Unas cuantas horas de viaje y antes de darnos cuenta, ya estábamos de vuelta en Madrid después de un intenso fin de semana en la ciudad de Murcia, que aún no conocíamos, pero que después de esos días, acabamos descubriendo por completo. 










Solo me queda dar las gracias a Viajes el Corte Inglés y a Costa Cálida-Región de Murcia por el concurso y por el viaje. 

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