Después de unos días bastante caóticos y difíciles, necesitábamos una de nuestras salidas por los alrededores de Madrid para volver a encontrarnos con nosotros mismos y disfrutar de nuestra gente. Así que aprovechando que el viernes teníamos fiesta, nos embarcamos el sábado en dirección a Atienza en la provincia de Guadalajara.
La villa de Atienza se sitúa en la falda de un empinado cerro, al amparo de un fuerte castillo roquero. Su situación geográfica le hizo ser punto estratégico en las comunicaciones entre las dos mesetas castellanas. Creció en la Baja Edad Media, llegando a contar con diez mil habitantes y una docena de iglesias parroquiales, siendo cabeza de un anchísimo territorio o Común de Villa y Tierra.
El origen de Atienza es remotísimo. Fue importante enclave de población de los celtíberos, concretamente de los titios, aliados de los arévacos y lusones. En el cerro del Padastro, y en el actual castillo tuvieron sus castros y poblados, habiéndose descubierto en las vegas sus necrópolis con ajuares guerreros. Esta era la antigua Thytia a la que nombran los cronistas latinos, como uno de los puntos de resistencia de los celtíberos en las guerras de los romanos contra estos pueblos del interior de la península ibérica. Los romanos la conquistaron finalmente y aquí pusieron su consabido castro militar.
Los árabes hicieron de Atienza uno de sus enclaves fuertes, levantando una fuerte alcazaba sobre la roca. La atención de los monarcas castellanos sobre ella hizo que durante doscientos años la pelea se centrara sobre Atienza: en 870-874 la reconquistó Alfonso II, reconquistándola los moros poco después. El Cid Campeador, cumpliendo su destierro de Castilla, pasó cerca de Atienza. En 1106 Alfonso I la conquista finalmente y fue en 1149 cuando el rey Alfonso VII de Castilla concede a Atienza un gran territorio y un fuero aplicable al mismo.
A partir de mediados del siglo XII, la villa crece: moros, judíos y cristianos conviven en ella en paz; surgen decenas de iglesias, de fondas, de comercios, se reconstruye el castillo, se levantan nuevas murallas, y el pueblo entero se convierte en uno de los enclaves urbanísticos puntales de la monarquía castellana. También Fernando III, en el siglo XIII, les concede mercedes y exenciones, luego confirmadas por sus sucesores.
A partir del siglo XV con la invasión de Atienza por los navarros, comenzó su decadencia, que no hizo sino aumentar bajo los Austrias: en la guerra de Sucesión, Atienza hospedó y ayudó al futuro Felipe V de Borbón; y en la guerra de independencia contra los franceses aquí pusieron sus cuarteles generales Castaños y el Empecinado, siendo luego asaltada y saqueada por las tropas del general Duvernet. También en la Guerra Civil española de 1936-39 sufrió importantes daños e irrecuperables heridas. Acentuadas luego con la masiva emigración de sus gentes a las grandes zonas industriales. Atienza se mantiene aún viva por un breve puñado de hombres que la habitan y la aman; su conciencia histórica la mantienen los cofrades de La Caballada, los cofrades de la Vera Cruz y los cofrades de las Santas Espinas, del siglo XIV, y el turismo revitaliza en parte lo que en otros aspectos va decayendo.
Empezamos nuestro recorrido por Atienza en la Iglesia Museo San Gil. Iglesia románica del siglo XII reformada en el siglo XVI. La iglesia se compone de tres naves separadas por grandes arcos y cubiertas de artesonado mudéjar. La portada de entrada es de estilo plateresco formada por arco de medio punto.
Empezamos nuestro recorrido por Atienza en la Iglesia Museo San Gil. Iglesia románica del siglo XII reformada en el siglo XVI. La iglesia se compone de tres naves separadas por grandes arcos y cubiertas de artesonado mudéjar. La portada de entrada es de estilo plateresco formada por arco de medio punto.
De su antigua fábrica románica solo queda el ábside, todo él construido en oscuro sillar, obra del siglo XII; es de planta semicircular, adornado de delgadas columnas adosadas que terminan en capiteles de decoración foliácea, recorriéndose el ábside de sencilla imposta decorada con trazos geométricos, y abiertas dos ventanas muy delgadas y alta, con pequeños capiteles foliáceos. Hoy es sede de un espectacular Museo de Arte Sacro, con lo mejor del arte atencino de todas las épocas, más una colección de elementos arqueológicos. El museo se compone de arte sacro con lienzos, tallas góticas, útiles, crucifijos, cantorales y pergaminos religiosos.
Subimos por la Calleja de San Gil y calle de Layna Serrano hasta el Arco de la Virgen, una de las puertas de entradas al primer recinto amurallado de la villa construido por Alfonso VII.
Y llegamos a la Plaza de Don Bruno Pascual Ruilópez en donde se encuentra la Iglesia de San Juan, obra del siglo XVI, formada por tres naves separadas por columnas cilíndricas con bases octogonales.
En el resto de laterales de la plaza se levantan edificaciones tradicionales, apoyadas en soportales de adera o piedra, con entramados de madera y recovos de yeso. Una de las casa exhibe en sus capiteles de tallada madera los emblemas del Cabildo de curas de Atienza.
Esta plaza está unida a la de la España por la Puerta de Arrebatacapas, uno de los arcos mejor conservador del primer cinturón de murallas.
Justo a la entrada de la plaza encontramos la Posada del Carbón, actual Museo Etnológico. Destaca la entrada rodeada por un cordón y una de sus ventanas.
La plaza muestra dos de sus costados ocupados por soportales, y todo su entorno rodeado de edificaciones de variadas épocas. En el centro de la plaza resalta una bellísima fuente del siglo XVIII, con diversas figuras de peces talladas.
Nos toca ya enfilar el camino hacia el Castillo, de origen musulmán.
Pero antes pasamos por la iglesia Museo de la Santísima Trinidad.
La iglesia es de estilo románico, del siglo XII, formada por una nave a cuyos lados hay diferentes capillas con sus correspondientes retablos.
En su interior alberga un museo de arte Sacro-Religioso, donde se puede admirar una importante talla del Cristo del Perdón, y el museo de la Cofradía de La Caballada en el cual se puede ver la bandera original, escritos y documentos de la misma, así como fotografías de diferentes épocas.
En una de sus capillas se guarda la reliquia de las Santas Espinas, 2 espinas de la corona de Jesucristo y se veneran desde el siglo XVI.
Tras una subida un poco dura, llegamos al castillo. Durante la Reconquista de España cambió de manos numerosas veces entre los siglos IX y XI. Según el romance del Mio Cid, este pasó por delante de la fortaleza. La fortaleza fue recuperada finalmente por Alfonso VI.
Cuando el castillo perdió su valor bélico sirvió como prisión de estado. Los franceses la saquearon durante la Guerra de la Independencia.
El castillo se levanta sobre una elevada piedra. Tiene dos recintos, uno exterior que es el patio de armas y otro interior. La entrada es un arco con una torre cuadrada a cada lado. Al lado contrario de entrada esta la torre y entre medias existen 2 depósitos techados para almacenar agua. Del recinto exterior empiezan las murallas que protegían el pueblo.
Bajando del castillo nos acercamos a la Iglesia de Santa María del Rey, de estilo románico, aunque no pudimos acceder a su interior.
La puerta principal es de las más bonitas composiciones románicas. La puerta está adornada con 7 arcos concéntricos que se apoyan en columnas con capiteles. Los arcos y los capiteles están decorados con figuras de personajes de la Biblia.
Justo al lado de donde habíamos aparcado, se encuentra el ábside del convento de San Francisco, que se fundó en el siglo XIV.
El ábside es de estilo gótico, con influencia del gótico inglés. Las ventanas sn altas, con arco apuntado. Cada ventana tiene dos columnas a cada lado que acaban, con un capitel con decoración sobre motivos vegetales.
Después de comer, alejándonos ya de Atienza, nos paramos a hacer una foto de la Iglesia Museo de San Bartolomé, a la que no nos habíamos acercado al abrir por la tarde y de una bellísima estampa de la silueta de la villa.
Y así acabó nuestra visita a Atienza, espero que os hayan gustado las fotos y el relato.
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