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Visita a Oña

Después de visitar Frías y las cascadas de Tobera, nos acercamos a la localidad de Oña, localidad ubicada junto al espectacular desfiladero del río Oca. 

Aparcamos en la calle Estación, en un aparcamiento con espacio suficiente para bastantes coches. A lo largo de la calle principal, la calle Ronda, encontraréis señalizaciones de donde poder aparcar. 

Ya desde allí, teníamos una preciosa vista del monumento más importante de la localidad, sin duda, la joya de la corona, el Monasterio de San Salvador. 


En un corto paseo, llegamos a la plaza del Ayuntamiento.





Intentamos acceder a la Iglesia de San Juan en la misma plaza pero en ese momento estaba cerrada, así que nos fuimos directamente a visitar el monumento más emblemático de la villa: el Monasterio de San Salvador

El Monasterio de San Salvador de Oña fue fundado en el año 1011 por el conde castellano Sancho García. Su hija Tigridia regirá su destino hasta la reforma de 1033, cuando se introdujo la orden de monjes benedictinos. La desamortización de Mendizabal en el siglo XIX supondrá la desaparición de la la comunidad benedictina. 

En el año 1880 la Orden de San Ignacio de Loyola, los jesuitas, transformará el monasterio en Colegio Máximo y Universidad Pontifical. En 1968 la Disuptación Provincial adquiere el monasterio y lo transforma en un Centro Asistencial. 





Comenzamos la visita por el pórtico, estructura arquitectónica románica del último cuarto del siglo XI. La bóveda está decorada con frescos hispano-flamencos, en los que el tema escogido son los ángeles con símbolos de la Pasión, realizados por Fray Alonso de Zamora. 


Pasando el atrio, tras las rejas del siglo XV, encontramos cuatro retablos de los siglos XVII al XVIII dedicados a San Froilán, Santa Gertrudis, Santa Tigridia y San Benito.


En el muro de la epístola nos sorprende unas pinturas al fresco de estilo gótico que datan de la primera mitad del siglo XIV. En ellas se cuenta la vida de Santa María Egipciaca. Las pinturas no fueron descubiertas hasta el siglo 1970.



Ya en el crucero de la iglesia, lo primero que podemos observar es el órgano barroco del año 1768 construido por Antonio de San Juan, que posee más de 1100 tubos. 


El antiguo retablo de Santa Catalina del siglo XV que comparte el espacio con seis tablas hispano-flamencas de Juan Sánchez.


 

La bóveda que cubre la capilla mayor fue diseñada por Juan de Colonia y realizada por Francisco Díaz de Presencio en el año 1450. Consta de 400 metros cuadrados de superficie. El coro gótico fue realizado en el siglo XV en madera de nogal y consta de 84 sitiales.



El altar principal está presidido por un gran retablo barroco con forma de arco de triunfo que da paso a la capilla de San Íñigo. En la parte inferior del tabernáculo una arqueta trabajada en plata y bronce dorado del siglo XVI custodia las reliquias de San Íñigo, patrón de la localidad y el más reconocido abad del monasterio benedictino.



 


Situados a ambos lados del altar, los panteones Real y Condal tallados en madera de nogal y con taracea de boj, son una obra única en Europa dentro del arte funerario medieval. Fueron realizados en el siglo XV por el monje benedictino Fray Pedro de Valladolid. 

En el panteón Real reposan los restos de los siguientes reyes: Sancho II el Fuerte, el rey de Pamplona Sancho III el Mayor, su esposa la reina Doña Mayor fallecida en 1066 y el infante García, hijo del rey Alfonso VII el Emperador.

En el panteón Condal se hallan los restos del tercer conde castellano D. Sancho García, fundador del monasterio de San Salvado, su esposa Dª Urraca y el hijo de ambos el infante D. García Sánchez. Y por último, los restos de los infantes D. Alfonso y D. Enrique hijos de Sancho IV el Bravo. 


La sacristía es una construcción del siglo XVI. En su interior destacan dos piezas textiles medievales: la mortaja del infante García elaborada en Almería en el siglo XII y la aljuba del conde Sancho García, tejido de época califal bordado en seda e hilo de oro en el siglo X. En las vitrinas se conservan cofres y esenciarios de origen árabe y piezas de orfebrería en plata y bronce dorado.




La sala capitular alberga en la actualidad un museo con piezas románicas. Destacan los arcos policromados pertenecientes al primitivo claustro románico del siglo XII y la arquería de la Última Cena, que estuvo decorando el refectorio del monasterio benedictino.








El claustro de estilo gótico-flamígero, es una obra de Simón de Colonia y fue construido entre los años 1503 y 1508. 

A lo largo del muro de la denonimada Ala de los Caballeros, se conservan varios sepulcros correspondientes a los condes de La Bureba.










El panteón renacentista cobija la imagen del obispo de Osma D. Pedro González Manso y una importante reja románica del año 1068. Sobre la puerta, la imagen gótica de la Virgen Santa María de Oña.



Así dimos por terminada nuestra visita al Monasterio, pero como aún no había anochecido del todo, decidimos perdernos por el Jardín Secreto de Oña, jardín benedictino del monasterio y de paso hicimos un recorrido de senderismo de unos cuantos kilómetros. Qué bien lo pasamos aunque a algunos nos costó unos días deshacernos de las agujetas, jeje.











Este es el mapa del recorrido circular que hicimos por el jardín secreto de Oña. 


Y algunas fotos del mismo.








En menos de una hora volvimos al punto de inicio. Una manera perfecta de entrar en contacto con la naturaleza y con los colores del otoño, época ideal para hacer senderismo. 

Volvimos a la plaza de San Juan con intención de entrar en la iglesia pero estaban en misa, así que solo pudimos asomarnos y poco más. Compramos unas exquisitas rocas de Oña, con almendra y chocolate y nos dirigimos al coche de nuevo para volver a nuestro lugar de descanso. Un día completo y perfecto, como siempre.







Horario del Monasterio de San Salvador:

De Martes a Domingo de 10:30 a 13:00 y de 16:00 a 18:00. 

Tarifas: Normal 3,00 €

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