La capilla de los Médici (Cappelle medicee) en la basílica de San Lorenzo de Florencia comprende dos estructuras añadidas al diseño original de Brunelleschi, actualmente es un museo estatal de Florencia y lugar de sepultura de la familia Médici, celebrando además el poder de los Médici como Grandes Duques de Toscana.
Nada más acceder a su interior, se llega a la cripta, lugar de reposo de los duques, sus consortes y familiares.
Por una escalera se accede a la Cappella dei Principi, o capilla de los príncipes, el proyecto más costoso encargado por los Médicis. En 1743, cuando el linaje de los Médicis se extinguió, casi 140 años después de iniciarse las obras de la capilla, éstas seguían siendo una sangría para las arcas de la familia. El inmenso interior alberga las tumbas de lo seis grandes duques, título que Cosme I adoptó en 1570.
Se trata de una amplia sala octagonal de 28 metros de diámetro, exquisitamente revestida con mármol oscuro y piedras semipreciosas, que provocó estupor y admiración ya desde la época de su construcción.
Los seis monumentales sarcófagos adosados a las paredes son los de los grandes duques Fernando II, Cosme II, Fernando I, Cosme I, Francisco I y Cosme III.
Una pena que estuviera en obras pero no queda otra. Para disfrutar del arte, a veces hay que entender que los monumentos necesitan limpieza y cuidados porque se deterioran con el tiempo.
Desde la capilla, un pasillo conduce a la Sacristía Nueva (Sagrestia Nuova) de Miguel Ángel, de hecho, fue su primer trabajo arquitectónico importante.
Y como en la mayoría de las empresas en que el arquitecto estuvo implicado, se vio entorpecido por contratiempos y sobresaltos. Las obras seguían su curso hasta que en 1527 participó en la defensa de la ciudad cuando esta fue atacada por las tropas del emperador Carlos V. Tras la restauración de los Médicis en el poder en 1530, el artista trabajó con poco entusiasmo en este y otros proyectos antes de dejar Florencia y marchar hacia Roma en 1534.
El resultado fue una capilla basada en la Sagrestia Vecchia de Brunelleschi. Miguel Ángel no emplazó las tumbas y estatuas funerarias en el centro del aposento, como era costumbre, sino junto a las paredes. La mayor parte de las estatuas estaba completa cuando el escultor abandonó el proyecto, pero su disposición definitiva fue decidida más tarde por el duque Cosme I de Médicis y los artistas Giorgio Vasari y Bartolommeo Ammannati.
Una vez dentro y de espaldas a la puerta, la tumba que está a la izquierda pertenece a Lorenzo de Médicis, duque de Urbino y nieto de Lorenzo el Magnífico; la tumba de la derecha es la de Juliano de Médicis, duque de Nemours, el tercero y último de los hijos de Lorenzo el Magnífico. Resulta una ironía que las tumbas más imponentes pertenezcan a dos de los miembros más desafortunados de los Médicis, mientras que las tumbas de los miembros más brillantes de la familia - Lorenzo el Magnífico y su hermano -, siguen inacabadas.
El duque de Urbino, arrogante e irresoluto, murió joven de una combinación de tuberculosis y sífilis. El duque de Nemours, más acomodadizo pero igualmente ineficaz, gobernó Florencia a partir de 1512 y pasó gran parte de su vida domindo por su hermano mayor, Juan de Médicis, más conocido como el papa León X.
La tumba de Lorenzo de Médicis trataba de presentar a su protagonista como un hombre reflexivo; es por eso que la figura principal está sentada con la cabeza apoyada en una mano, mientras que las dos estatuas alegóricas inferiores simbolizan La aurora y El crepúsculo, las horas consideradas más sugestivas para las mentes contemplativas. El crepúsculo es una figura masculina, exhausta y pesada ante el sueño inminente; La aurora es una figura femenina más vivaz, animada por el vigor de un nuevo día.
La tumba de Juliano de Médicis le representa como un hombre de acción. Debajo de él recostadas están las figuras alegóricas de El día - la imagen masculina, basta e inacabada, de la derecha - y La noche - la figura femenina de la izquierda, representada con la Luna, estrellas y símbolos del sueño: la adormidera, la lechuza y la máscara de los sueños.
El tercer grupo de estatuas de la capilla se centra en una Madona con el Niño, inacabada, flanqueada por san Cosme y san Damián, patrones de los Médicis. Solo la Madona es de Miguel Ángel, mientras que los santos fueron completados por ayudantes a partir del plan original del maestro. Ambos santos miran hacia la Madona, al igual que hacen las figuras de Lorenzo y Guliano, lo que confiere una sutil unidad a la capilla, un recurso empleado aquí por primera vez. La Madona mira hacia el altar mayor, en la pared de enfrente, que sirve como símbolo de la muerte y Resurrección de Cristo, y por consiguiente de la vida eterna.
La idea de Resurrección debía haberse reforzado con un fresco de Miguel Ángel sobre el tema en el techo de la sacristía. Asimismo, las tumbas de Lorenzo de Médicis y su hermano debían estar encaradas, somo lo están las de sus descendientes. Pero los hermanos están enterrados en una sencilla tumba cerca de la Madona con el Niño. También faltan las estatuas que representan al Cielo y la Tierra, pensadas para las hornacinas situadas a ambos lados del duque de Nemours, como las estatuas de dioses fluviales representando el Tíber y el Arno, símbolos de Lazio y Toscana, las regiones gobernadas por el duque. Todas estas estatuas formaban parte del gran proyecto original que Miguel Ángel había creado para la capilla.
Se trata de una amplia sala octagonal de 28 metros de diámetro, exquisitamente revestida con mármol oscuro y piedras semipreciosas, que provocó estupor y admiración ya desde la época de su construcción.
Los seis monumentales sarcófagos adosados a las paredes son los de los grandes duques Fernando II, Cosme II, Fernando I, Cosme I, Francisco I y Cosme III.
Una pena que estuviera en obras pero no queda otra. Para disfrutar del arte, a veces hay que entender que los monumentos necesitan limpieza y cuidados porque se deterioran con el tiempo.
Desde la capilla, un pasillo conduce a la Sacristía Nueva (Sagrestia Nuova) de Miguel Ángel, de hecho, fue su primer trabajo arquitectónico importante.
Y como en la mayoría de las empresas en que el arquitecto estuvo implicado, se vio entorpecido por contratiempos y sobresaltos. Las obras seguían su curso hasta que en 1527 participó en la defensa de la ciudad cuando esta fue atacada por las tropas del emperador Carlos V. Tras la restauración de los Médicis en el poder en 1530, el artista trabajó con poco entusiasmo en este y otros proyectos antes de dejar Florencia y marchar hacia Roma en 1534.
El resultado fue una capilla basada en la Sagrestia Vecchia de Brunelleschi. Miguel Ángel no emplazó las tumbas y estatuas funerarias en el centro del aposento, como era costumbre, sino junto a las paredes. La mayor parte de las estatuas estaba completa cuando el escultor abandonó el proyecto, pero su disposición definitiva fue decidida más tarde por el duque Cosme I de Médicis y los artistas Giorgio Vasari y Bartolommeo Ammannati.
Una vez dentro y de espaldas a la puerta, la tumba que está a la izquierda pertenece a Lorenzo de Médicis, duque de Urbino y nieto de Lorenzo el Magnífico; la tumba de la derecha es la de Juliano de Médicis, duque de Nemours, el tercero y último de los hijos de Lorenzo el Magnífico. Resulta una ironía que las tumbas más imponentes pertenezcan a dos de los miembros más desafortunados de los Médicis, mientras que las tumbas de los miembros más brillantes de la familia - Lorenzo el Magnífico y su hermano -, siguen inacabadas.
El duque de Urbino, arrogante e irresoluto, murió joven de una combinación de tuberculosis y sífilis. El duque de Nemours, más acomodadizo pero igualmente ineficaz, gobernó Florencia a partir de 1512 y pasó gran parte de su vida domindo por su hermano mayor, Juan de Médicis, más conocido como el papa León X.
La tumba de Lorenzo de Médicis trataba de presentar a su protagonista como un hombre reflexivo; es por eso que la figura principal está sentada con la cabeza apoyada en una mano, mientras que las dos estatuas alegóricas inferiores simbolizan La aurora y El crepúsculo, las horas consideradas más sugestivas para las mentes contemplativas. El crepúsculo es una figura masculina, exhausta y pesada ante el sueño inminente; La aurora es una figura femenina más vivaz, animada por el vigor de un nuevo día.
La tumba de Juliano de Médicis le representa como un hombre de acción. Debajo de él recostadas están las figuras alegóricas de El día - la imagen masculina, basta e inacabada, de la derecha - y La noche - la figura femenina de la izquierda, representada con la Luna, estrellas y símbolos del sueño: la adormidera, la lechuza y la máscara de los sueños.
El tercer grupo de estatuas de la capilla se centra en una Madona con el Niño, inacabada, flanqueada por san Cosme y san Damián, patrones de los Médicis. Solo la Madona es de Miguel Ángel, mientras que los santos fueron completados por ayudantes a partir del plan original del maestro. Ambos santos miran hacia la Madona, al igual que hacen las figuras de Lorenzo y Guliano, lo que confiere una sutil unidad a la capilla, un recurso empleado aquí por primera vez. La Madona mira hacia el altar mayor, en la pared de enfrente, que sirve como símbolo de la muerte y Resurrección de Cristo, y por consiguiente de la vida eterna.
La idea de Resurrección debía haberse reforzado con un fresco de Miguel Ángel sobre el tema en el techo de la sacristía. Asimismo, las tumbas de Lorenzo de Médicis y su hermano debían estar encaradas, somo lo están las de sus descendientes. Pero los hermanos están enterrados en una sencilla tumba cerca de la Madona con el Niño. También faltan las estatuas que representan al Cielo y la Tierra, pensadas para las hornacinas situadas a ambos lados del duque de Nemours, como las estatuas de dioses fluviales representando el Tíber y el Arno, símbolos de Lazio y Toscana, las regiones gobernadas por el duque. Todas estas estatuas formaban parte del gran proyecto original que Miguel Ángel había creado para la capilla.
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