El Paseo de Recoletos es uno de los
paseos más bonitos de la ciudad de Madrid, siendo considerado como el
jardín público o alameda, más antiguo de la ciudad. Su longitud de es de
unos 500 metros y forma parte del eje central de la ciudad que sigue
al norte como Paseo de la Castellana, y al sur como Paseo del Prado. El
paseo, que va de sur a norte, desde la Plaza de Cibeles a la Plaza de
Colón, tomó su nombre del convento de la orden de los agustinos
recoletos, construido en la zona en 1592. Originalmente terminaba en la
Puerta de Recoletos, puerta de estilo barroco construida bajo el reinado
de Fernando VI en 1756 y desmantelada en 1863.
Durante el reinado de Carlos III, las reformas urbanas de Madrid se plantearon en lo que entonces era la periferia de la ciudad: el Prado Viejo (actual Paseo del Prado) que, pese a ser un paseo muy popular había ido cayendo en un estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de esparcimiento.
El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma de jardínería, cubrió el arroyo que lo cruzaba (arroyo de Valnegral), convirtiendo esta zona, profusamente arbolada, en un jardín público o paseo con alineaciones de árboles y fuentes destinados al esparcimiento y a los paseos de ciudadanos y coches de caballos. La idea fue promovida por el Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, iniciándose los trabajos en 1763.
El Salón del Prado fue ordenado urbanísticamente por José de Hermosilla, el cual diseñó una planta longitudinal, con grandes fuentes de trecho en trecho (Cibeles, Neptuno y las Cuatro Estaciones o de Apolo). Las fuentes y los elementos decorativos fueron proyectados por Ventura Rodríguez, trabajando en las esculturas los más reconocidos escultores del momento.
Durante el régimen de Francisco Franco, fue renombrado como Paseo de José Calvo Sotelo, recuperando en 1981 el nombre de Paseo de Recoletos, siendo alcalde de Madrid don Enrique Tierno Galván.
Durante el reinado de Carlos III, las reformas urbanas de Madrid se plantearon en lo que entonces era la periferia de la ciudad: el Prado Viejo (actual Paseo del Prado) que, pese a ser un paseo muy popular había ido cayendo en un estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de esparcimiento.
El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma de jardínería, cubrió el arroyo que lo cruzaba (arroyo de Valnegral), convirtiendo esta zona, profusamente arbolada, en un jardín público o paseo con alineaciones de árboles y fuentes destinados al esparcimiento y a los paseos de ciudadanos y coches de caballos. La idea fue promovida por el Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, iniciándose los trabajos en 1763.
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