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Visita a Guadix

Guadix, la llamada Colonia Iulia Gemella Acci por los romanos y Wadi-As por los árabes, es una ciudad privilegia da tanto por su ubicación geográfica como por su riqueza monumental y su casco histórico. Su primer atractivo es el puramente orográfico, gracias al especial emplazamiento a los pies de Sierra Nevada, en la llamada Hoya de Guadix; una depresión que está rodeada de unos espectaculares farallones de tierra arcillosa, secularmente labrados por el viento, el agua y el hombre. Con el paso de las estaciones, el paisaje se convierte en un variado collage de rojos, ocres, verdes, azules, blancos y grises, que supone un regalo para los ojos y el espíritu. La ciudad en sí está formada por un abigarrado caserío, presidido por su magnificente catedral y la altiva alcazaba, que por detrás se va diluyendo hasta fundirse con el quebrado y tortuoso paisaje de sus “malas tierras”.

Guadix es histórica y monumental. Es pasado y presente, en lucha muchas veces desigual, pero puede presumir todavía de ofrecer una perfecta fusión de arquitectura aristocrática y popular, civil y religiosa, en un ambiente urbano de continuos contrastes que sorprenden a cada paso al visitante. A la cabeza monumental e institucional, podemos encontrar, una al lado de la otra y a modo de frontera entre la ciudad antigua y la moderna, la plaza porticada de la Constitución y la catedral, dos conjuntos de la más alta consideración artística e histórica. La primera es la plaza mayor y centro urbano por antonomasia, con el airoso balcón del Ayuntamiento (que antes lo fue del Corregimiento) como término eminente de su prestigio y calidad arquitectónica. Justo al lado, la catedral reúne de forma magistral estilos artísticos y secuencias históricas, ejerciendo ya a primera vista un impacto de sorpresa y dominio urbano con su deslumbrante fachada y la elevada torre.

Entrando ya en el casco histórico, en sus tortuosas callejuelas y recónditos rincones, encontramos numerosas casonas y palacios, con portadas blasonadas y torres esquineras rematadas en airosas galerías de ladrillo, que nos descubren un Guadix señorial de pasado aristocrático y culto; posiblemente no ha ya en toda Andalucía otro caso de mayor densidad de arquitectura señorial en comparación a la arquitectura doméstica, aunque la escala de los edificios y su sobriedad exterior no permita a veces percibirlo.

En el notable conjunto de iglesias y conventos la tradición mudéjar dejó muestras tan sorprendentes como la parroquial de Santiago, con su caprichosa portada y la original solución interior, las iglesias de Santa Ana, San Miguel, la Magdalena, así como las antiguas conventuales de Santo Domingo y San Francisco, con espléndidas armaduras policromadas.

Remontándonos en el tiempo, y como testimonio eminente de su pasado islámico medieval, descuella en el punto más elevado de la población la imponen te mole bermeja de su alcazaba; entorno a ella, un menudo caserío muestra herencias urbanas que se remontan a los tiempos medievales y los primeros siglos de la modernidad, alternándose calles cortas y sin salida con otras larguísimas, siempre en disposición quebrada o en curva, para desembocar en variados rincones, placetas o anchurones, hasta configurar un verdadero dédalo.

Pero aún más sorprendente, y para muchos su valor más excepcional, es el famoso Barrio de las Cuevas, uno de los mayores enclaves de estas características conservado en Europa. Su anterior marginalidad y pobreza se está tornando, no sin contradicciones, en espacio alternativo que ofrece un atractivo pintoresco para el visitante. La recuperación y puesta en valor de las cuevas en toda la zona ha permitido potenciarlas como turismo rural.

Además de lo ya descrito, al pasear por sus calles encontraremos otras huellas de su rico pasado histórico, como pueden ser el antiguo Pósito, la Lonja y el Hospital Real; los arcos de la Imagen, de Mensafíes y la puerta de San Torcuato; la torre del Ferro y los restos de murallas frente a la antigua iglesia de San Miguel, son fiel testimonio de una ciudad fortificada y principal, cuyos vestigios aparecen en un subsuelo riquísimo en restos arqueológicos. Igualmente, museos de arte (Museo Catedralicio) y de costumbres populares (Museo de Cerámica La Alcazaba y la Cueva Museo) nos permitirán conocer el Guadix de los artistas y los artesanos.

Todo esto podremos comprobarlo de cerca deambulando por sus calles o contemplándolo en perspectiva desde los estratégicos miradores de la Magdalena y del Cerro de la Bala, atalayas privilegiadas desde donde podremos tomar plena conciencia de lo excepcional de esta población y de su entorno inigualable.

Catedral de la Encarnación

En el lugar donde se asienta la actual existió en el siglo X una iglesia hispano-visigoda anterior, Sede Diocesana creada por San Torcuato en el siglo I, por lo que es probable que Guadix fuera una de las primeras sedes de España.

En esta iglesia se instaló la mezquita mayor de la ciudad, en tiempos de la dominación musulmana. Tras la reconquista de la ciudad en 1489, se restablece la Sede Episcopal, denominada Iglesia de Santa María de la Encarnación, que, situada en la misma mezquita, pasó a ser catedral por Bula del Papa Inocencio VIII, realizándose en ella alguna obras de ampliación dirigidas por D. Pedro de Morales. Pronto se pensó en erigir una catedral nueva, que estuviera a la altura de la ciudad recientemente cristianizada y que fuese un símbolo para la población.

Sin embargo, el proyecto gótico ya estaba anticuado para los tiempos que entonces corrían y muchas personas, entre ellas el cardenal Ávalos, pidieron que la nueva catedral fuese acorde con la modernidad. Se encarga a Diego de Siloé los planos del templo en 1549, y en los que se nota la influencia de las catedrales de Málaga y Granada. La obra de Siloé se concreta en el ábside, parte del crucero, la capilla de Don Tadeo y parte de la sacristía.



          

         


El elemento más notable del exterior de la catedral es su propio volumen compacto, la robusta torre, la fuerza arquitectónica que ofrecen los contrafuertes que van delimitando las capillas y contrarrestando los empujes de las bóvedas, las dos portadas laterales y, sobre todo, su fachada principal.

Esta gran fachada, llamada de la Anunciación, es uno de los elementos de mayor sugestión estética y una de las aportaciones más originales de nuestro barroco. Sin duda lo más original es la disposición de los contrafuertes al sesgo, mediante grupos de tres columnas en saliente, a modo de espolón, que aligera enormemente el aspecto de soporte estructural, solución que Acero y Cayón repitieron en la catedral de Cádiz.

El primer cuerpo presenta columnas de orden compuesto, el segundo corintias, mientras que el tercero se aligera y alegra con el empleo de unos estípites que abrigan el medallón con el escudo Real y cartela conmemorativa. Remata la fachada una cornisa absolutamente caprichosa y coronada con multitud de pirámides y bolas, que viene a ser como un festón caprichoso de esta gran pantalla liviana. La rotundidad de esta obra se acentúa, además, al faltarle las torres que suelen flanquear normalmente las fachadas catedralicias.

Tiene gran interés el discurso iconográfico que se desarrolla en esta fachada. El primer cuerpo está dedicado a san Pedro y los Siete Varones Apostólicos, cuyas esculturas son obra reciente de Mª Ángeles Lázaro. El segundo está dedicado a la Virgen, centrado por un relieve en mármol de la Encarnación, obra de Antonio Moyano de 1765, acompañado por emblemas marianos en los paneles de los contrafuertes rodeados de hojarasca.

El tercero está presidido por el escudo borbónico, en reconocimiento a su magnanimidad y más arriba remata en una cartela con inscripción conmemorativa y la fecha de 1799.



          


Interior. El templo presenta una planta de cruz latina, de tres naves separadas con grandes columnas corintias, en sintonía con la catedral de Granada que le sirve como modelo, cubriéndose los espacios con bóvedas de complicadas tracerías mientras que en el crucero se levanta la cúpula. La cabecera es poligonal y está rodeada por una girola.

          





           

           

















El altar mayor está presidido por un tabernáculo de estilo neoclásico con una pequeña Inmaculada de estilo canesco, de finales del siglo XVIII, diseñado por Domingo Lois de Monteagudo.

           

Horarios de visita de la catedral de Guadix

INVIERNO (1 de noviembre a 27 de marzo):
Lunes - Viernes: de 10:30 h. a 13 h. y de 16 h. a 18 h.
Sábados: de 10:30 h. a 14 h. y de 16 h. a 18 h.
Domingos y festivos: cerrado.

VERANO (28 de marzo a 30 de octubre):
Lunes - Viernes: de 10:30 h. a 13 h. y de 17 h. a 19 h.
Sábados: de 10:30 h. a 14 h. y de 17 h. a 19 h.
Domingos y festivos: cerrado.

Plaza de la Constitución y Ayuntamiento

Esta plaza, es una de las más felices creaciones urbanas del antiguo Guadix, aunque la configuración regular que ahora presenta, completamente porticada, es fruto de una remodelación historicista de mediados del siglo XX. El Ayuntamiento se levantó en el siglo XVI en el lugar que ahora ocupa y contaba con un balcón que se eliminó en el siglo XIX para habilitar una sala. Enfrente, en el lateral que da a la catedral, estaba el palacio de los Corregidores, cuyo monumental balcón corrido es el que ahora preside el Ayuntamiento, terminado en 1606 y construido por el cantero Juan Caderas de Riaño y los escultores Juan de Freila y Pedro de Mezcua.




Iglesia de Santiago

La iglesia de Santiago es una de las iglesias de mayor belleza y novedades constructivas al tiempo que es una de las fundaciones de mayor prestigio del Guadix del XVI.  La iglesia fue diseñada por el gran arquitecto y escultor Diego de Siloé, el cual, partiendo de un modelo de templo tradicional mudéjar, supo proyectar unos elementos de especial novedad, como fueron su monumental portada, el remate de las naves laterales en curva y la armadura de la capilla mayor. Su construcción fue llevada a cabo por el albañil Francisco Centeno, de 1533 a 1551. El exterior ofrece un atractivo especial por la blancura de sus muros; la disposición quebrada de las capillas y naves, que motiva el elegante quiebro de los tejados, el chapitel cerámico de la torre y la monumental portada renacentista. Esta portada, terminada en 1546, es elemento de gran nobleza y un magnífico ejemplo de la estética renacentista, en la que la maestría del diseño de Siloé se vio completada por la habilidad del cantero, posiblemente Cristóbal Nuño. En ella se desarrolla, sobre un apilastrado doble, arco central y hornacina superior, una caprichosa decoración a base de candelabros, angelotes, monstruos, emblemas, máscaras y frisos vegetales que acompañan y sostienen los escudos del obispo Antonio del Águila y del Emperador Carlos V, con sus emblemas columnarios a los lados. En el arranque de la pilastra inferior derecha se puede identificar a un Santiago Peregrino que nos recibe medio confundido con toda esta maraña de motivos fantásticos. En la torre, su chapitel forrado de cerámica vidriada y la jarra en que engasta la cruz, recuerdan viejos usos conservados aquí.



           

Palacio de Peñaflor

Este palacio, por su propia monumentalidad y el caprichoso balcón esquinero, junto a su privilegiado emplazamiento y el entorno pintoresco, es uno de los edificios más nobles de Guadix. Perteneció a la familia Pérez de Barradas, marqueses de Cortes, que llegaron cuando la conquista, cuyas ramificaciones y alianzas alcanzan hasta el siglo XIX, en que reciben el título de marqueses de Peñaflor, nombre que ha prevalecido.



Alcazaba

La Alcazaba de Guadix o Castillo de Guadix es una alcazaba o castillo de origen árabe localizado en la localidad granadina de Guadix, construida en torno al siglo XI.

Tras la conquista de los Reyes Católicos en 1489, comenzó el abandono de la fortaleza. En el siglo XVI la construcción fue destruida parcialmente, perdiéndose gran parte de las estancias interiores de la misma. Posteriormente, fue restaurado.

En el año 1931 fue declarada Monumento Artístico Nacional.

Al igual que en muchas de las construcciones de origen musulmán, el principal material empleado en la torre fue el tapial, dándole a la alcazaba un aspecto rojizo característico.

La torre del homenaje es de planta cuadrada, y está formada por dos partes, siendo la superior de dimensiones más reducidas que la inferior. Ambas están coronadas por almenas rectangulares. En la parte superior de la torre hay una escultura del Sagrado Corazón de Jesús.






Palacio de los marqueses de Villalegre

Se trata de la casa solariega de los Fernández de Córdoba, rama colateral del ilustre militar popularmente conocido como el Gran Capitán, una de las familias de mayor linaje de Guadix llegadas con los conquistadores. Siglos más tarde recibirán el título de Marqueses de Villalegre, con cuya denominación es ahora conocido dicho palacio.


Puerta de San Torcuato

En este mismo emplazamiento hubo, en el Guadix islámico, una puerta llamada la Bib-Bazamarín o segunda Puerta de Baza, al estar en la salida del arrabal hacia la ciudad vecina. En el siglo XVI se levantó esta otra, ya con un carácter más político y decorativo que castrense, pero no carecía de su correspondiente portalón de cierre, según testimonian los huecos de engaste de las puertas en la parte alta de su interior. En los siglos siguientes sufrió diferentes restauraciones, habiendo sido remozada recientemente.

La puerta ofrece al exterior un paño de ladrillo enlucido con arco de medio punto que emboca un pequeño pasadiño, en cuyo costado se encuentra la puerta para subir a la capilla. En la fachada ostenta el escudo Imperial de Carlos V, el de la ciudad y el del corregidor Pedro Chacón. En la pequeña bóveda que cubre el pasadizo hay un pintura medio borrada que remite a otra restauración de 1880-1890.





Iglesia de San Torcuato

Perteneció originalemtne al que fuera Colegio de San Torcuato de los jesuitas, creado en 1599 bajo los auspicios del oblispo Juan de Fonseca y el apoyo de importantes familias locales. La iglesia se inició entre 1615 y 1622, inaugurándose a mediados del siglo XVII.

En la fachada principal campea el escudo borbónico, colocado en 1768, al instalarse aquí el Hospital Real,  en el lateral se encuentra una portada de ladrillo, ahora cegada, con aplilastrado toscano y pirámides.


Convento de la Concepción

El convento de la Concepción, ubicado en una de las calles perpendiculares a la catedral, fue mandado construir en el siglo XVI por el obispo Álvarez de Vozmediano. Es uno de los conventos más antiguos de la ciudad junto con el de San Francisco, los Dominicos y  Santa Clara, con el que comparte el voto de clausura. Este, además, está rodeado de casas históricas del siglo XVI, entre las que se encuentra el palacio de Pedro de Mendoza.



          


Una localidad con encanto y una de las catedrales con su maravillosa portada más fascinantes de la geografía española.

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