Nos levantamos a las ocho de la mañana para poder aprovechar a tope el día. La cama y las almohadas muy cómodas así que hemos disfrutado de un buen descanso. Bajamos a desayunar al restaurante que tiene horario de 7:00 a 11:00 (muy amplio afortunadamente). No había mucha gente y apenas tenemos que esperar una breve cola para que nos sirven ya que aunque el desayuno es tipo buffet, te lo sirven por el Covid. El desayuno nos parece con poca variedad teniendo en cuenta la categoría del hotel, pero desayunamos a gusto y salimos en dirección a nuestro primer destino que era la Basílica de de Santo Stefano.
Por el camino damos un pequeño desvío para acercarnos a la Plaza VII Agosto, ya que habíamos leído que algunos días había un mercadillo de antigüedades. Puestos había pero eran de ropa y otros utensilios. Una pena.
A esas horas las tiendas de la calle están todavía cerradas, no tienen un horario muy amplio, la mayoría de 10 de la mañana a 6 de la tarde, es algo a lo que hay que acostumbrarse fuera de España. La verdad es que entiendo perfectamente la hora de cierre, al fin y al cabo la gente que trabaja en ellas tiene derecho a su vida privada y a pasar tiempo con los suyos.
Llegando a la plaza Neptuno, justo en el techo del pórtico a la altura de la tienda O Bag, si alzamos la vista hacia arriba veremos un fresco con la inscripción "panis vita, canabis protectio, vinum laetitia", traducido al castellano "el pan es vida, el cannabis es protección, el vino es alegría". Antiguamente el cannabis no solamente estaba permitido en Bolonia sino que era un fuente de riqueza para la agricultura. Uno de esos secretos que la ciudad esconde.
Volvemos a saludar a nuestro querido Neptuno y nos damos cuenta de que se alegra de vernos, jejejeje. Otra de las curiosidades de la ciudad. Su escultor Giambologna tuvo que modificar la estatua ya que la original poseía unos atributos de un tamaño que la Iglesia consideraba inapropiados. Sin embargo, si nos situamos en una baldosa de distinta tonalidad al resto que se encuentra justo a las puertas de la Biblioteca Salaborsa y miramos hacia Neptuno, nos daremos cuenta de que por un efecto óptimo, el dedo pulgar de Neptuno parece ser su miembro viril.
Cruzamos también la Piazza Maggiore para dirigirnos a Santo Stefano, también llamada Siette Chiese.
Antes de ello, hemos accedido al interior de la Oficina de Turismo para coger un plano y preguntar por las entradas para la torre Asinelli, por desgracia en el día de hoy no quedan ya entradas.
Antes de adentrarnos en una de las zonas más bonitas de la ciudad, con calles estrechas, palacios y restaurantes con terraza, nos acercamos al pórtico del Palazzo del Podestà y nos situamos uno bajo la estatua de San Doménico y otro sobre la estatua de San Petronio. Y así damos con otra de las curiosidades de la ciudad, ya que si hablas de cara a la pared bajo la figura de uno de los dos santos, la forma del techo hace que tu voz se oiga perfectamente junto al otro. De esta manera los curas de antaño podían confesar a los leprosos sin contagiarse.
La Basílica de Santo Stefano también es llamada la de las "siete iglesias", aunque hoy en día solo quedan cuatro: la iglesia de la Cruz, la iglesia de la Trinidad, la iglesia de San Vitale y de los Protomártires Sant'Agricola y la Basílica del Santo Sepulcro, el edificio más antiguo que data del siglo V donde se guardaban los restos de San Petronio. A través de los siglos, el complejo fue transformado en gran medida, pero sigue siendo un de los más impresionantes monumentos medievales del cristianismo en Italia.
Después de esta visita nos acercamos a la Basílica de San Domenico sin parar de asombrarnos por los cientos de palacios que aún se conservan en la ciudad con sus famosos pórticos.
Pero no solo de arte vive el hombre (y la mujer), así que aunque ni siquiera era la 1 de la mañana, decidimos ir ya a comer a uno de los restaurantes de nuestra lista Sfoglia Rina para probar auténtica pasta fresca. Para que os hagáis una idea de lo que este lugar supone en Bolonia, os diré que había cola para entrar y eso que eran las 12 y media. Afortunadamente, no esperamos mucho, una media hora, y después de la comida que tomamos, podría haber esperado más tiempo, los mejores tagliatelle al ragú que jamás probaré en mi vida. Nos hicimos un poco de lío con el menú (que es bastante reducido), y de primero acabamos pidiendo de entrante otro tipo de pasta (pensando que habíamos pedido una tabla de embutidos, jajajajaja) y de segundo yo probé los famosos tagliatelle y mi acompañante otra vez lasaña (ni qué decir que nada que ver con la del día anterior). Sé que las fotos no hacen justicia porque no podéis degustar esa riquísima pasta a través de las mismas, pero si vas a Bolonia, tenéis que comer aquí sí o sí. También tiene una tienda para comprar pasta fresca pero necesitaba frío, una pena.
Piiii, piiii, todos al tren. Menos mal que no se nos ocurrió ir andando porque el recorrido hasta el Santuario es de 5 kilómetros y algunos en cuesta. El precio 10 euros ida y vuelta y entre cada fila había una mampara de plástico. Además te daban unos auriculares para ir escuchando la historia de los lugares que visitábamos.
La entrada a la iglesia es gratuita. Lo que hay que pagar es la subida al Mirador (totalmente recomendable) aunque es tan solo de 180º, y la cripta pero cuando estuvimos, esta última estaba cerrada. Por supuesto decir que las vistas desde el mirador eran impresionantes.
Por la foto diría que algunos no lo estaban pasando muy bien, jejejejeje. Y ahora unas fotos de las vistas de la ciudad y de los campos cercanos a Bolonia.
Por si a alguno le quedaban dudas de la caminata que hay que hacer hasta el Santuario si se quiere ir andando.
Ya que el paseo en autobús nos había recuperado algo, decidimos seguir descubriendo alguno de esos lugares que aún teníamos marcado en el mapa (la pesadilla de llevar mapa a todas las ciudades que visitamos, jejejeje): la Basílica de San Francisco. De estilo románico aunque con influencias del gótico francés, destaca por las tres tumbas de glosadores delante del ábside.
Os podéis imaginar que a estas horas del día, el cansancio acumulado ya era importante, así que nada más salir de la basílica, nos sentamos en un banco a degustar otro helado. Para mi gusto no llegó a la categoría del que probamos el día anterior, además elegí un sabor sin saber que era de chocolate y aunque soy una enamorada de los bombones, los helados de chocolate se me hacen un poco pesados.
Os podéis imaginar cómo se nos quedó la cara al ver llegar ese pedazo de calzone. El relleno a mí no me gustó mucho, así que no me la comí entera (tampoco es que tuviera la intención de hacerlo, jajajajaja) pero la masa me gustó mucho. Para el postre (ahora no entiendo por qué pedimos postre si no pudimos terminar la calzone) nos dejamos aconsejar por el camarero que nos indicó que probáramos un postre llamado baba que es una especie de bizcocho borracho también de tamaño super grande como la calzone y además nos pedimos un limoncello. Con todo ello la cuenta nos salió algo más cara de lo deseado para cenar pero gracias al ron del postre y al limoncello, tuvimos fuerza para acercarnos a la Pizza Maggiore a hacer unos cuantos fotos de la misma de noche. Una pena que, desde mi punto de vista, no estuviera la ciudad bien iluminada, supongo que por culpa del Covid y de la falta de turistas.
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