El Campanile de la Catedral de Florencia es una de las torres medievales más hermosas de la ciudad. Proyectada por Giotto, el pintor más destacado de la época, fue decorado con relieves y estatuas por Donatello, Luca della Robbia y otros grandes escultores del Renacimiento.
La torre se empezó en 1334, bajo la dirección de Giotto, en ese momento contratado como maestro de obras de Florencia. El solo completó la primera de las cinco plantas de la torre antes de morir en 1337, pero probablemente dejó terminados los planos de los niveles restantes, que daban la réplica al esquema decorativo multicolor ideado por Arnolfo di Cambio para el exterior de la catedral.
La obra prosiguió en dos fases, la primera de ellas dirigida por Andrea Pisano, creador de la puerta norte del baptisterio. Construyó la segunda planta hasta el nivel del primer par de ventanas gemelas (1337-1342) y después de 1348 hasta 1359, Francesco Talenti completó las tres plantas restantes y sus características ventanas, estas ultimas con un motivo tomado de los campanarios sieneses.
El Campanile con sus 84,7 metros de altura, superaba con creces lo estipulado por una ley promulgada en 1324 destinada a restringir la altura de las torres de construcción privada.
Subir a lo alto de la torre se ve recompensado con unas vistas sensacionales de la ciudad: la panorámica del baptisterio y la cúpula de la catedral son memorables.
Eso sí, hay que armarse de paciencia y estar en buena forma para subir a lo más alto, pues 414 escalones nos esperan, aunque a su favor decir que hay en cada planta un pequeño rellano para descansar.
En 1861, la novelista inglesa George Eliot explicaba su ascenso al Campanile como una sublime subida de escaleras y nuestros músculos quedaron asombrados del inusual ejercicio.
Después de las escaleras de la cúpula de la catedral y las del Campanile, creo que ya llegamos a nuestro cupo de escalones para varios años, jejeje.
Subir a lo alto de la torre se ve recompensado con unas vistas sensacionales de la ciudad: la panorámica del baptisterio y la cúpula de la catedral son memorables.
Eso sí, hay que armarse de paciencia y estar en buena forma para subir a lo más alto, pues 414 escalones nos esperan, aunque a su favor decir que hay en cada planta un pequeño rellano para descansar.
En 1861, la novelista inglesa George Eliot explicaba su ascenso al Campanile como una sublime subida de escaleras y nuestros músculos quedaron asombrados del inusual ejercicio.
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