Blog Los viajes de Dora Muito obrigado - Lisboa ~ LOS VIAJES DE DORA
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Muito obrigado - Lisboa

Cuántas veces habremos escuchado esas palabras en nuestro viaje a Lisboa de hace una semana. He elegido ese título porque cuando recuerdo los cuatro días que hemos pasado en tierras portuguesas, tengo la necesidad de dar las gracias a todas las personas portuguesas con las que nos hemos cruzado por su amabilidad, por sus conversaciones en el tranvía, por tratarnos como si estuviéramos en casa, por prestarse a indicarnos cómo llegar a nuestro destino si nos encontrábamos algo perdidos, por ayudarnos a elegir la comida, en fin, "muito obrigado" de corazón para todos ellos.

Hacía ya mucho tiempo que teníamos muchas ganas de conocer Lisboa, en general, todas los conocidos que habían estado nos habían hablado muy bien de la capital portuguesa, pero la realidad ha superado con cruces nuestras expectativas, y qué decir de Sintra, una ciudad de cuento de hadas con sus palacios, sus quintas, sus calles empinadas y estrechas, sus tiendas, su ambiente.

Ha sido un gran acierto la elección de este destino para pasar unos días de asueto y sin duda os la recomendamos a todos, os vais a sentir como en casa y vais a descubrir paisajes y lugares impresionantes que os cautivarán como a nosotros nos ha pasado.

Empecemos pues con la review. Todo empezó como siempre un lunes 15 de julio de madrugada, en esta ocasión un poco tarde de lo que suele ser habitual en nosotros porque, aunque no os lo creáis, se me olvidó poner el despertador, bueno, más bien, se me olvidó poner la alarma y de casualidad y ni siquiera sé cómo, a las 5:00 de la mañana desperté. De ahí que en la foto podéis ver las 5:43, que es lo que tardamos en salir de casa después de levantarnos. Como siempre, los enanos plácidamente dormidos, hasta la parada del desayuno en Badajoz irán así y al menos a ellos el viaje se les hará más llevadero. 


Teníamos la intención de parar justo antes de la frontera para desayunar y echar gasolina pues el precio de la misma en Portugal es superior a la de España y como no íbamos a utilizar el coche mucho en Lisboa, tan sólo para la visita a Sintra, ya a la vuelta volveríamos a llenar el depósito. Así que nuestra siguiente parada fue en el Hotel Restaurante Las Bóvedas, donde desayunamos y llenamos el depósito del coche.


Se me olvidaba comentaros, antes de seguir con la review y nuestra llegada a Lisboa, que habíamos llevado un polizonte en este viaje, el pobre no consiguió llegar a Portugal pues antes de la frontera, nos lo comimos.


Hablar de pasar la frontera hoy en día en países de la Comunidad Económica Europea no tiene la emoción de antes, como mucho el hecho de que de repente los carteles te anuncian tu destino o ves que ya no están en castellano.



Para llegar a Lisboa, una vez que has pasado a Portugal, hay que pagar la autopista de peaje, afortunadamente al hacer el trayecto por Badajoz, no es de las autopistas en las que tienes que pagar con un aparato electrónico que hay previamente que comprar, así que sin más problemas que el tener que pagar unos 16€ de peaje, llegamos a Lisboa, y en este caso el Tom Tom nos metió en la ciudad por el norte, así que tuvimos que pasar el impresionante puente de Vasco de Gama, que por cierto también tiene un peaje, de unos 2€.

Os dejo unas fotos del puente desde el coche.



El hotel que habíamos reservado en Lisboa era el NH Campo Grande que como más adelante os comentaremos, nos defraudó bastante. Aunque su ubicación era alejada del centro, cosa que sabíamos de antemano, no había problema en acercarnos al centro, pues justo en la entrada del hotel hay una boca de metro: Entrecampos y a unos 50 metros el autobús 736 que nos llevaba hasta la mismísima Plaza de Rossío. Sin embargo, aunque el hotel es de cuatro estrellas, el parking es muy estrecho y tuvimos dificultades en encontrar un hueco lo suficientemente grande para nuestro coche y el desayuno una vergüenza, con un zumo imbebible y escasez de comida; para colmo por la noche se oía en la habitación un ruido que no pudimos determinar de dónde venía, tal vez del aire acondicionado del hotel; afortunadamente sólo lo escuchamos la primera noche, el resto de noches estábamos tan cansados que ya nada podía enturbiar nuestro descanso.

La habitación era estándar cuadrúple, os lo comento porque en su página web hablan de habitaciones familiares, no es la que a nosotros nos dieron, ya que tenía dos camas separadas individuales más un sofá cama donde durmieron los enanos, y el espacio que quedaba una vez abierto el sofá cama era bastante estrecho.

Al llegar tuvimos la fortuna de poder ya ubicarnos en la habitación 206, y así pudimos asearnos un poco y dejar ya las maletas en la misma.

Os dejo también unas cuantas fotos del hotel.






En esta primera ocasión, cogimos el metro hasta el centro de Lisboa, concretamente hasta la Plaza Figueroa, el resto de días nos acercamos con el autobús, mucho más rápido y normalmente no tuvimos que esperarle mucho más de cinco minutos, eso sí confirmad los horarios en las marquesinas de los autobuses o tranvías que queráis utilizar en vuestro viaje a Lisboa ya que algunos tienen poca frecuencia o terminan su recorrido muy pronto. Para ello os recomiendo la página oficial de transportes de Lisboa www.carris.pt, podéis incluso descargaros los recorridos de los diferentes autobuses y hay un plano del mismo, que más tarde os darán en las Oficinas de Turismo de la ciudad.



Y así llegamos a la Plaza de Figueroa, una amplísima plaza con la estatua ecuestre del rey Juan I finalizada en 1971.

La primera impresión de Lisboa fue muy positiva. Y la temperatura ideal, no pasamos de los 28º en todos los días e incluso por la noche y por la mañana era necesario llevar algo de manga larga. Este viaje prometía y así fue.


       


Una de las primeras imágenes que no olvidaremos de Lisboa es su increíble Castillo de San Jorge visible desde cualquier punto de la ciudad. Luego más tarde os llevaré a verlo.


Y por supuesto sus tranvías, uno de los medios de transporte más usados en Lisboa y que son un atractivo turístico en sí mismo, en concreto el número 28 que realiza un trayecto por todo el centro de la ciudad desde el Castillo de San Jorge hasta más allá de la Basílica de Estrela. Obligado montar aunque preferentemente en uno de sus puntos de inicio de trayecto ya que por lo general suele ir muy lleno y es difícil conseguir sentarse.


No os había aún comentado lo del transporte, teníamos en un principio la intención de comprar una tarjeta que se llama Siete Colinas y que tienes que recargar diariamente con un mínimo de 5€ para utilizar en el día, teniendo en cuenta que el transporte cuesta 1,25 € por trayecto, con utilizarlo cuatro veces ya te merece la pena. Sin embargo, cuando hicimos el check-in nos dieron una tarjeta que habían dejado unas personas en recepción llamada Viva Viagem, ésta también tenía que recargarse con un mínimo de 5€ pero al contrario que la Siete Colinas no tiene caducidad, es decir si la recargas, te sirve hasta que gastes ese dinero, en todas las estaciones de metro hay máquinas para recargarla, y también en algunos kioskos pero se llevan más comisión, así que como además las tarjetas (una por persona) tenían unos 2 €, con una sola recarga de 5 € nos sirvió para todos los días, a excepción del Martes que fuimos a Sintra y del Miércoles que utilizamos la Lisboa Card de la que ya os explicaré más adelante.

Día 1: 

Plaza de Rossio y Plaza del Comercio.

Y de la Plaza de Figueroa, llegamos enseguida a la impresionante Plaza de Rossío, pues ambas están separadas tan sólo por una calle. En realidad su nombre es Plaza de D. Pedro IV, aunque todo el mundo la conoce por su anterior nombre, Rossío.

En el centro de la plaza se encuentra la estatua de D. Pedro IV, primer emperador de Brasil, rodeado de cuatro mujeres que alegorizan la justicia, sabiduría, fuerza y moderación. Destaca en el fondo el teatro D. María II.




En un lateral de la plaza, dirigiéndote a la Plaza de Restauradores se encuentra la Estación de Rossío que llama la atención por su fachada, podrías perfectamente confundirla con un palacio adornado con arcos de herradura. Una verdadera preciosidad.


Uno de los primeros lugares que visitamos por dentro fue la iglesia de Sao Domingos que se encuentra en el margen noreste de la plaza. Llama su atención porque en 1954 sufrió un incendio y sus paredes y columnas así lo reflejan.



Ya se acercaba la hora de comer y con un McDonalds en plena plaza de Rossío, mi enano Rubén lo tenía muy claro, así que dejamos lo de probar la comida típica portuguesa para otra ocasión.


Desde la plaza de Rossío, pudimos ver en lo alto la famosa Iglesia de Carmo que hoy en día alberga el Museo Arqueológico y más a lo lejos el famoso elevador de Santa Justa que visitaríamos más adelante. Impresionante en todos los sentidos y una visita obligada para cualquier turista.



Justo antes de abandonar la Plaza de Rossío, nos encontramos con una pareja sevillana que nos pidió que le hiciéramos una foto y se ofrecieron a hacernos una foto a los cuatro, por fin, una foto de familia.


Desde la Plaza de Rossío, ya bien comidos, bajamos por una de las cinco calles que van a dar a parar a la Plaza del Comercio, todas esas calles están llenas de tiendas de souvenirs y la principal que es peatonal de restaurantes en los que comer.




La Plaza del Comercio está construida sobre el terreno donde se encontraba el Palacio Real antes del terremoto de 1755. En el extremo que da al río se pueden ver los escalones de mármol que usaban las visitas ilustres para desembarcar en Lisboa, en los que ahora se sientan los turistas, y por supuesto nosotros y en el extremo opuesto el Arco Triunfal de Rua Augusta que por desgracia estaba en obras.

       




       


Y por lo que podéis ver en estas fotos, Rubén, el pequeño, se ha dignado a posar más repetidas veces que David.

Catedral (Sé de Lisboa) y Mirado de Santa Luzia

Hay que seguir con nuestro planning y mira que nos costó despedirnos, hasta otro día, de la Plaza del Comercio y de esas escalinatas mirando al río Tajo (o Tejo como aparece en portugués en el plano). Mis enanos no se creían que aquello no fuera el mar, ¿un río tan ancho? imposible, mamá. Menos mal que al verse a lo lejos la otra orilla, ya empezaron a sospechar que esa cantidad de agua no era el mar, jeje.

Os dejo una foto del famoso puente 25 de abril y del Cristo Rei que se encuentra cruzando el puente, para otra ocasión lo visitaremos. La foto se ve con neblina pero no es culpa del fotógrafo, es que realmente se veía así.


Y así empezamos a recorrer el paseo marítimo, o mejor dicho fluvial, hasta llegar a la Casa dos Bicos, que actualmente está siendo restaurada para acoger la fundación José Saramago. Recibe el nombre por la fachada que se encuentra revestida por piedras talladas en forma de diamante (bicos).




Y así nos metimos de lleno en el famoso barrio de Alfama, que es el más antiguo de Lisboa, con sus calles estrechas y serpenteantes, fácil perderse ya que la mayoría de las callejuelas no aparecen en el plano, eso sí si sigues al tranvía 28 no te perderás y llegarás a los puntos más importantes de este curioso barrio. Así lo hicimos y tras unas cuantas cuestas llegamos a la Catedral de Lisboa, o Sé. Lo que más nos llamó la atención de la misma es su claustro pues se pueden ver los restos árabes, romanos y medievales excavados en él mismo. El acceso a la Catedral es gratuito pero hay que pagar para acceder al claustro y al tesoro, eso sí, afortunadamente, y ya podríamos aprender en España, te permiten hacer fotos sin flash en todos los monumentos que visitamos de Lisboa.

Antes de acceder a la Catedral, un poco más abajo se encuentra la Iglesia de Santo Antonio a Sé, construida en el lugar en el que se cree que nació San Antonio de Padua.







Imposible resistirse a volver a fotografiar el famoso tranvía 28. Había algunos viandantes, portugueses preferentemente, que intentaban subirse al mismo en marcha, uf, no para nosotros, desde luego, jeje.


Siguiendo cuesta arriba por la rua de Augusto Rosa, llegamos a la Iglesia de Santa Luzia donde se encuentra uno de los muchos miradores de Lisboa, y es que como sabéis Lisboa tiene siete colinas, y uno de sus principales atractivos turísticos son los diferentes miradores desde los cuales observar toda Lisboa. Un poco más arriba también se encuentra el Mirador de Porto do Sol, disfrutad de las vistas, impresionantes.



       







Castillo de San Jorge

Un cartel nos recuerda que nos encontramos en el famoso barrio de Alfama.


Y subiendo un poco más por otra calle muy empinada llegamos al Castillo de San Jorge, situado, cómo no, en una de las colinas de Lisboa. La dura ascensión merece la pena, en el interior del castillo se pueden ver las murallas reconstruidas, las almenas y las torres y las vistas desde el mirador son igualmente impresionantes. También existe un pequeño museo y restos arqueológicos. Una visita obligada.


       














¿Os acordáis de la Plaza del Comercio? Pues aquí tenéis una foto de la misma desde el mirador del Castillo.


Y también Rossio y Figueroa.


Ya bastante cansados decidimos que era hora de comer. Así que aprovechando que nos encontrábamos en el barrio de Alfama, probamos uno de los restaurantes que más recomiendan en Internet: Restaurante Río Coura en donde no pudimos resistir la tentación de probar un Arroz de marisco, muy económico, con un plato para dos, comimos tres y nada de quedarse con hambre. Eso sí, antes de traerte la comida, te ponen unos aperitivos, si no queréis tener que pagarlos, simplemente les decís que no queréis y os los retiran sin rechistar. El restaurante es bastante pequeño, por lo que hay que ir temprano, sobre las 20:00, para no tener que esperar cola, a nosotros no nos importó porque sólo habíamos comido una hamburguesa en el McDonalds y nos habíamos dado una gran caminata por todo Alfama.

El arroz buenísimo, en total 32€ los cuatro, bastante económico si pensamos que nos encontrábamos a escasos metros de la Catedral en una de las calles más frecuentadas del barrio de Alfama. Os dejo unas cuantas fotos de la comida y del restaurante. Muy recomendable.

       




¡¡¡Buenísimo!!!

Y con este suculento plato, típico de Lisboa, volvimos al hotel bastante cansados, descubriendo el famoso autobús 436 que nos llevaba directamente al hotel a un buen ritmo, jeje. Había ya que descansar que al día siguiente nos esperaba Sintra, un lugar mágico como veréis.


Día 2:

Sintra (Pacio da Pena y Castillo dos Mouros)

Suena el despertador más temprano de lo habitual, hoy teníamos planificada la visita a Sintra, a unos 30 minutos en coche de Lisboa y después de darle vueltas y más vueltas, habíamos decidido ir en coche y aparcar en la entrada del Palacio da Pena, así que en previsión a encontrarnos con algo de atasco, como así fue, habíamos decidido levantarnos temprano para así no tener problemas de aparcamiento en el Palacio.

Después de comprobar que todavía no habíamos probado en nuestra vida el peor zumo de naranja, qué horror, y desilusionarnos con el desayuno del hotel, emprendimos camino a Sintra.

En una media hora, tal vez un poco más por algo de tráfico que encontramos y tras constatar que los portuguesas son algo alocados conduciendo, llegamos a nuestro primer destino: el impresionante Palacio da Pena en la localidad de Sintra. Eramos los segundos, a media hora para su apertura pues abrían a las 9:45, ya habíamos llegado, y sin ningún problema, aparcamos. Nuestra idea era la de dejar el coche arriba donde el Palacio, después bajar en autobús y una vez finalizada nuestra visita a Sintra, volver a subir en autobús para coger el coche y volver al hotel. Pero... bueno, bueno, no os voy a adelantar acontecimientos, jeje.

A las 9:45 con puntualidad británica, abren las taquillas del Palacio, hay muchas posibilidades de entradas, dependiendo de los lugares que quieras visitar, en nuestro caso nos decantamos por la entrada para el Palacio y Parque da Pena, el Palacio Nacional de Sintra y el Castillo dos Mouros, en un día era imposible ver mucho más, y además compramos la entrada familiar, para 2 adultos y 2 niños menores de 18 años, en total 81€. Además, también cogimos las entradas para subir en una especie de minibús hasta la entrada del Palacio, ya que hay un trecho desde la entrada principal al parque y la entrada al Palacio. No es que sea muy necesario, porque cuando llegamos al palacio, unos jóvenes que habían ido andando llegaron en ese mismo momento y según nos comentaron hay escaleras para poder acceder más deprisa, el minibús cuesta dos euros por persona ida y vuelta.




Había visto miles de fotos en Internet del Palacio da Pena, pero la realidad superó con creces a lo esperado. Según avanzábamos hacia la entrada, me di cuenta de que aquel lugar se quedará guardado en mi memoria para siempre. ¡¡Espectacular!!


       


       


El palacio por dentro es bonito con multitud de salas a cual más llamativa y con muebles y utensilios increíbles, pero por fuera... uf, no tengo palabras para describirlo, es impresionante, con esos colores, tan brillante, tan perfecto, con esas vistas de toda Sintra, las garitas, las terrazas, el claustro manuelino, la capilla y esa entrada con ese tritón que te da la bienvenida a sin duda, uno de los lugares más impresionantes del mundo.


       

       

       


       



Al volver a bajar a la entrada con el minibús, que para eso lo habíamos pagado, nos quedamos dando una breve vuelta por el Jardín de la Reina Doña Amelia, la antigua huerta del Monasterio del siglo XVI. Y por supuesto no pudimos resistir la tentación de volver a mirar hacia arriba para contemplar de nuevo la belleza del Palacio da Pena.

       





Decidimos no dar un paseo por el Parque da Pena, debe de ser espectacular por el mapa que nos dieron a la entrada pero por Internet habíamos leído que merecía más la pena visitar la Quinta da Regaleira y como el día sólo tiene 24 horas no podíamos abarcar todo. Recuerdo cuando empecé a preparar este viaje, buscando información por Internet de Sintra, todos o casi todos dedicaban un día a Sintra, en nuestro caso, era lo que teníamos planificado porque sólo íbamos a estar en tierras portuguesas 4 días, pero visto lo visto, Sintra se merece un par de días, ya que no pudimos ver muchos de los lugares visitables de esta increíble ciudad. De hecho recientemente también se puede visitar el chalet de la Condesa d'Edla, la segunda esposa de D. Fernando II que se encuentra en el Parque da Pena ni tampoco pudimos visitar el Convento de los Capuchos o el Palacio de Montserrate. En fin, que si os lo podéis permitir, no dudéis en disfrutar al menos dos días de Sintra, no os decepcionará.

Nuestro siguiente destino: el Castillo dos Mouros. Como ya teníamos la entrada comprada en el Palacio, nos acercamos andando, se encuentra escasos metros bajando por la serpenteante carretera por donde habíamos subido con el coche y accedimos a su interior paseando entre árboles por un sendero bien señalizado, hasta llegar a la entrada del Castillo.

La fortificación militar se remonta al siglo IX, época de la ocupación musulmana del territorio. Debido a su posición privilegiada para vigilar la línea de costa, su función sería la de atalaya, y confirmamos que uno de los puntos fuertes del castillo son sus impresionantes vistas de la ciudad de Sintra, desde allí pudimos ver toda la sierra de Sintra, Patrimonio de la Humanidad, el Palacio Nacional de Sintra y la Quinta de Regaleira.




¡Qué deciros del castillo! Que vayáis bien preparados, con zapato cómodo, agua, gorra para el sol (aunque también corre una brisa muy agradable), y que os preparéis a subir y bajar escaleras por doquier. Realmente lo que ser recorre del castillo son sus murallas desde la Torre Real hasta la Alcazaba y os aseguro que acabaréis agotados, eso sí contemplar de nuevo el Palacio da Pena desde el Castillo, y sus vistas de Sintra son increíbles.

       





       



       

Bastante agotados y después de beber unas cuantas botellas de agua en una especie de bar que tienen habilitado a la entrada del castillo, volvimos a la entrada y esperamos en la parada el autobús 434 que nos llevaría hasta el mismo centro de Sintra.

Antes de cerrar este post comentaros algunas cosas sobre este autobús, realiza el trayecto desde la estación de tren hasta el Palacio da Pena, una vez que empieza la subida, tiene tres paradas, en los Lagos (que es una de las entradas al parque da Pena), en el Castillo y en el Palacio. Si lo coges en el centro de Sintra, al subir puedes bajarte todas las veces que quieras, y al volver a coger el autobús no tienes que volver a pagar, te vale con el mismo billete, pero si bajas definitivamente, el billete ya no te sirve para volver a subir y la verdad es que nos pareció bastante caro, sobre todo para nosotros que sólo lo queríamos para bajar, ¿o no? jeje. En total 11€, 2,75€ por persona pero está claro que puedes subir en coche sobre todo a primeras horas, porque hay aparcamiento habilitado en los arcenes por toda la subida, y cuanto antes llegues más cerca del palacio dejarás el coche, pero andando es imposible subir, son cerca de 5 kilómetros y todos en cuesta arriba, luego llegarías arriba agotadísimo.

Palacio Nacional de Sintra

Cuando llegamos ya al centro de Sintra para ver el Palacio Nacional (del cual ya habíamos cogido entrada conjunta con el Castillo y el Palacio da Pena), nos dimos cuenta de que ya era hora de comer, así que empezamos a buscar restaurantes con un precio económico. Lo normal en Portugal es que la mayoría de los restaurantes te ofrezcan un "Prato del día" pero sin menú, como en España, y lo que veíamos por esas callejuelas estrechas del centro de Sintra eran precios algo elevados para nuestro presupuesto, unos 12€ por plato, si añadíamos el postre y la bebida se nos ponía la comida en cerca de 80€ entre los cuatro.

Afortunadamente descubrimos uno, o más bien la dueña nos descubrió a nosotros, jeje, en donde tenían un menú por 8,50€ compuesto de un plato principal, bebida, pan y mantequilla. El postre ya lo habíamos comprado en una tienda: las famosas Queijadas de Sintra.


       

       

Nosotros elegimos el bacalao a la bras que es un revuelto de bacalao con cebolla, huevo y patata, hubiera sido imperdonable no probar el bacalao en Portugal y los niños lógicamente el filete con arroz, ensalada y patatas, una especie de plato combinado que devoraron después de la visita al Castillo dos Mouros.


Ya con el estómago lleno, por cierto el bacalao riquísimo, y después de hacer unas cuantas compras, cómo me gustan las localidades llenas de tiendas, , nos dispusimos a entrar en el Palacio Nacional. Una pena que la fachada estuviera en obras, pero es la única forma de mantener bonito el patrimonio de una ciudad.

El entorno del Palacio, la Plaza Principal, y la vista de las casas construidas por toda la ladera de la sierra de Sintra, una verdadera preciosidad.





En lo alto de la montaña, podíamos ver el Castillo dos Mouros.


El interior del Palacio Nacional más suntuoso y lujoso que el de Pena, si el primero te enamora por su exterior colorido y por su ubicación, este por su interior y sus múltiples salas decoradas con todo lujo de detalles y con unos techos espectaculares.




Si tenéis la posibilidad de ver los dos, no dudéis en hacerlo pero si por escasez de tiempo, sólo podéis elegir uno de los dos, me quedaría con el de Pena por sus paisajes, sus vistas y su ubicación.

Después de la visita del Palacio, nos sentamos en la Plaza a descansar y degustar las famosas Queijadas. Si tenéis pensado comprarlas de recuerdo para regalar, tened cuidado con la fecha de caducidad, porque normalmente no es superior a un mes y en muchos sitios, de tan sólo una semana.

Mmmmm, exquisitas.



Poco a poco, el tiempo iba avanzando y aún nos quedaba por ver un lugar verdaderamente mágico: la Quinta da Regaleira.

Quinta da Regaleira

Y llegamos a nuestro último destino, la Quinda da Regaleira, residencia de veraneo de la familia Carvalho Monteiro en estilo neomanuelino. Muy cerca del Palacio Nacional, a escasos 500 metros, no merece la pena coger autobús aunque os comento que el número 435 te lleva hasta la puerta, pero mejor ir paseando por la Rua Consiglieri Pedroso, así veréis otras cuantas tiendas más y algún que otro precioso edificio.

Había leído por Internet alguna que otra review de distintas personas sobre sus viajes a Sintra y la mayoría estaban de acuerdo en algo: obligatorio visitar la Quinta da Regaleira, y ahora, ya quince días después de nuestro viaje, os lo confirmo, obligatoria la visita a este lugar especialmente mágico.

En la Quinta se puede visitar el palacio, la capilla y los jardines. El Palacio es bonito aunque por dentro no está tan amueblado como el Palacio Nacional, sobre todo nos gustó mucho la terraza panorámica por las vistas que tenías de todos los jardines, la capilla impresionante, y exhuberantemente decorada.


       

Pero los jardines son sin duda lo mejor de esta visita. Dedicamos cerca de dos horas a recorrerlos de punta a punta con ayuda del mapa que te dan en taquilla, te esperan grutas, pasadizos, pozos, estatuas, lagos, cascadas, torres, fuentes y vegetación, un lugar lleno de de magia y misterio que te enamorará. Y se no se te olvide llevar linterna para los pasadizos, a nosotros a última hora se nos olvidó y tuvimos que improvisar con ayuda del móvil y de un boli con luz que se había comprado Rubén, jeje.

       



        


        


       

Uno de los lugares más impresionantes del parque es el pozo iniciático, una torre invertida a 27 metros de profundidad con acceso a través de una monumental escalinata en espiral.





También nos gustó mucho el lago de la cascada que tiene unas piedras a modo de puente, David y Angel valientes pero Rubén parece no querer moverse mucho por miedo a caerse al agua, jeje

        


El león de Narnia se despide de nosotros hasta otra ocasión.


Agotados pero muy felices por haber visto un lugar tan increíble, nos dirigimos a la parada del autobús 434 para así poder subir hasta el Palacio da Pena y recoger el coche que nos llevaría hasta el Centro Comercial Colombo en Lisboa para cenar.

Llegamos a la parada, miramos los horarios y vemos que afortunadamente todavía queda servicio, pero sólo dos más, uf, por los pelos, en un cuarto de hora llega y efectivamente llegó el autobús, se para, abre la puerta y en un portugués-español nos dice que ya no hay servicio porque el Parque y el Palacio da Pena está ya cerrado. ¡Qué? Si tenemos el coche arriba. Nos debió de ver la cara de desolación y de cansancio porque nos permitió subir al autobús "GRATIS" e hizo una parada en el palacio solo para nosotros. Nuestras más sinceras gracias a ese amable conductor, sólo de pensar en tener que subir los 4 kilómetros hasta el coche después del cansancio, se me ponen los pelos de punta. Consejo: si subís en coche al Palacio da Pena, una vez lo hayáis visto junto con el castillo, volved a bajar en coche y dejadlo aparcado de camino a la Quinta, hay aparcamiento gratuito sin problema.

Así que nos acercamos hasta el Centro Comercial Colombo para visitar la Disney Store. Por desgracia no tenían ningún recuerdo de Portugal junto con Disney, así que sólo entramos, dimos una pequeña vuelta y nos fuimos a cenar, uf, qué de cola en el McDonalds, no hay problema hay un Kentucky Fried Chicken, qué rico el pollo empanado. Hora de volver al hotel, acaba un día maravilloso y mañana de nuevo a Lisboa.





Día 3:

Monasterio de los Jerónimos, Monumentos a los Descubridores y Torre de Belém

Nos levantamos un día más en Lisboa dispuestos a seguir con la visita turística a la ciudad, en el día de hoy teníamos un montón de planes y de lugares por visitar: el Monasterio de los Jerónimos, el Monumento a los Descubridores, la Torre de Belem...

En esta ocasión no tomaríamos el autobús que nos llevara a la plaza de Rossío, sino el 727 que nos llevaba directamente al Monasterio de los Jerónimos, un largo recorrido en autobús (unos 40 minutos) cuyo final era el impresionante Monasterio con su archiconocido claustro, espectacular.


Nada más bajarnos del autobús, vimos un McDonalds en una de calles del barrio de Belem, Rubén ya tenía claro donde íbamos a comer, pero ahora nos espera un monumento apasionante, chicos.

Y efectivamente así fue. Con nuestra Lisboa Card en la mano, que habíamos adquirido el primer día en la Oficina de Turismo de la Plaza del Comercio, accedimos a su interior, en primer lugar pasas a la iglesia que es gratuita excepto la sacristía, y posteriormente al claustro, en donde pasamos sin tener que esperar cola gracias a la Lisboa Card. La tarjeta te permite el acceso a una serie de monumentos de Lisboa y alrededores o bien de forma gratuita o con descuentos, y sin colar. Después de haber comprobado su utilidad, mi consejo es que hagáis cuentas, qué lugares queréis visitar y cuánto cuestan para así comprobar si os sale rentable o no, por las colas no lo hagáis, cuando llegamos al Monasterio sobre las 10:30 había tan sólo una cola de unos 10 minutos, a la salida ya sí que la espera era más larga.

El monasterio que es de estilo manuelino y fue diseñado por el arquitecto Juan de Castillo, fue encargado por el rey Manuel I de Portugal para conmemorar el afortunado regreso de la India de Vasco de Gama, que se encuentra enterrado en su interior, así como el poeta Luis Camoes y el escritor Fernando Pessoa.

El claustro impresionante, primero visitas la parte de abajo y luego la superior en donde puedes accede al coro y desde allí observar de nuevo la iglesia, sin palabras. Os dejo unas cuantas fotos del lugar que una imagen vale más que mil palabras.




       


       

        

Al salir del Monasterio, una calesa nos estaba esperada, oh, vaya, no es para nosotros.


Entre los árboles podíamos entrever nuestro siguiente destino: el Monumento a los Descubridores, construido en 1960, para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante.

El monumento tiene la forma de una carabela con el escudo de Portugal en los lados y la espada de la Dinastía de Avís sobre la entrada. Enrique el Navegante se alza en la proa, con una carabela en las manos. En las dos filas descendientes de cada lado del monumento, están las estatuas de héroes portugueses fuertemente ligados a los Descubrimientos, así como famosos navegantes, cartógrafos y reyes.


Se puede subir a lo alto, a un mirador terraza que tienen afortunadamente con ascensor, aunque no es gratuito con la Lisboa Card, sí te hacen un descuento, y como Rubén no pagaba, decidimos subir. Desde lo alto, las vistas son impresionantes, incluso por fin pudimos fotografiar toda la fachada del imponente Monasterio de los Jerónimos.




Y hasta algunos valientes se atrevieron a asomarse todo lo que pudieron para fotografiar la rosa de los vientos de 50 metros de diámetro que está dibujada en el suelo. Dicha rosa de los vientos fue un regalo de Sudáfrica en 1960.


Mientras Angel hacía fotos, los chicos descansaban a orillas del río Tajo.



Y para terminar la mañana, y antes de comer nos dirigimos a la famosa Torre de Belém. Es obra de Francisco de Arruda y constituye uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura manuelina. En el pasado sirvió como centro de recaudación de impuestos para poder entrar a la ciudad.

Hoy en día dispone de un sistema electrónico para subir y bajar por la estrecha escalera de caracol que consiste en pararse en las salas intermedias de cada uno de los pisos hasta llegar a la terraza, esperando a que una flecha te indique si puedes bajar o subir, rojo no se puede, verde puedes. En principio parece fácil, el problema es que había mucha gente que debía de ser daltónica pues bajaban cuando tú subías o viceversa colapsando la escalera por la que no cabían dos personas, o bien intentaban subir o bajar todos los pisos de una vez y no te daba tiempo, a lo sumo dos. En fin, que lo que suponíamos que iba a ser cuestión de 20 minutos, tardamos más de una hora en subir y bajar de la Torre de Belém, aún así merece la pena.

       

       




Hora de comer. Al McDonald's.

Museo de Carruajes y Estufa Fría

Después de reponernos con una hamburguesa en el McDonalds, de postre nos acercamos a la famosa Pastelería de Belém, en donde elaboran los famosísimos Pastelitos de Belém que si tenéis oportunidad, debéis probar. Yo tuvo además la fortuna de que me tocó una nueva remesa y estaban recién hechos, mmmmm, riquísimos. Además la Pastelería es preciosa con azulejos decorando todo el interior.


       

Y así seguimos nuestro camino en dirección al Museo de Carruajes, puede no ser uno de los lugares más conocidos de Lisboa pero ya que teníamos en nuestro poder la Lisboa Card y con ella la entrada era gratuita, aprovechamos.




Nos gustó bastante y lo mejor de todo, dejaban hacer fotos, así que aunque sólo os he puesto foto de dos carruajes, os podéis imaginar quién fotografió prácticamente todos, jeje.

Empezábamos ya a estar bastante cansados, así que improvisamos nuestro siguiente destino, volveríamos a coger el autobús 727 que nos llevaría a la famosa plaza Marqués de Pombal para así visitar la Estufa Fría, un impresionante invernadero con multitud de diferentes especies de plantas, y flores, con estanques, estatuas,... Un auténtico oasis que está situado en el Parque Eduardo VII, asimismo la entrada nos salió gratuita con la Lisboa Card.




       






        


El cansancio empezaba a hacer mella en todos nosotros, además para llegar a tiempo a la Estufa Fría prácticamente tuvimos que ir corriendo desde la parada del autobús todo el parque que habéis visto en la segunda foto, así que decidimos volver al hotel a asearnos un poco y relajarnos hasta la hora de la cena, en la que volveríamos al centro aprovechando de nuevo nuestra mágica tarjeta.


Ya un poco más descansados, nos bajamos en esta ocasión en la Plaza de Restauradores, para verla más en detalle ya que hasta entonces sólo la habíamos pasado en autobús.


Y justo al lado de la plaza había una calle llena de restaurantes, difícil elección, al final nos metimos en uno que se llama A Lota en la Rua Jardim Do Regedor número 15. Entramos y sin problemas a la hora de pedir puesto que el cocinero era español, nos explicó algunas cosas de la carta que no entendíamos.

Ya os he comentado que en Lisboa no hay en los restaurantes el clásico menú que tenemos en España sino platos del día, así que los peques se pidieron un Bitoque que obviamente era un filete con patatas y guarnición de ensalada y arroz blanco que devoraron, y Angel y yo probamos la conocida cataplana de cerdo. La cataplana es una especie de sartén que se cierra y nos trajeron un guiso de cerdo con patatas, gambas y almejas que estaba riquísimo. También la hay de pescado pero en este restaurante sólo la tenían de cerdo. En total para los cuatro 38,80€, no, no penséis que tengo buena memoria, todo esto os lo he podido contar porque estoy mirando el ticket ya que soy bastante maniática y guardo prácticamente todo lo que puedo de nuestros viajes como recuerdo, jeje.





¿Parece que nos gustó, no?, jeje

A pesar de la hora y de que ya era de noche, decidimos seguir aprovechando la Lisboa Card y subir al Elevador de Santa Justa de forma gratuita, pero cuando llegamos ya estaban cerrando, en ese momento, nos dio mucha pena, pero cuando veo las fotos del día siguiente con las vistas desde el mirador del elevador, creo que el destino jugó a nuestro favor. Lo que sí decidimos fue hacer todo lo posible por llegar al Elevador antes de que se pasaran las 24 horas desde que habíamos utilizado por primera vez la Lisboa Card, es decir, antes de las 10:15, y así lo hicimos, pero eso ya lo veréis.

Por último, os dejo con esta foto de noche de Lisboa.


Ya sólo nos quedaba un día en Lisboa. Habrá que aprovecharlo a tope.

Día 4:

El elevador de Santa Justa, el Monasterio de Sao Vicente de Fotra y el Panteón Nacional

Un nuevo día en Lisboa, el último, todo lo bueno acaba y en esta ocasión no iba a ser diferente, detrás quedaban tres días intensos disfrutando del patrimonio de una ciudad increíble que sin duda nos ha cautivado.

Pero mucho nos quedaba aún por visitar y ver en este último día. Y empezaríamos como siempre cogiendo nuestro mágico autobús que en unos 15 minutos nos dejaría en Rossío, de ahí a toda velocidad al Elevador de Santa Justa con un nudo en el estómago: funcionaría la Lisboa Card. Teóricamente en la tarjeta ponía 24 horas, así que si la validábamos antes de esas 24 horas, tendría que valer, ¿o no?


Llegamos a la entrada, apenas unas pocas personas, nada que ver con las colas que habíamos visto otros días, para poder subir nada mejor que hacerlo a primera hora de la mañana, bueno, con algo temprano basta porque en realidad son las 9:20 de la mañana, hora portuguesa.

Y.... bien, ya estamos dentro, luz verde.



Con la Lisboa Card tenemos acceso al mirador que si subes con cualquiera de los otras tarjetas de medios de transporte como la Viva Viagem o la Siete Colinas no te entra, tienes que pagarlo aparte.

Aunque el día se ha levantado gris y con nubes, las vistas de toda Lisboa son impresionantes, para mi gusto las mejores de toda la ciudad, ya que tienes a la vista toda Lisboa.

       




Esta última foto es la primera vez que aparezco con los ojos medio cerrados, como suele ser habitual en mí sin gafas, que me encanta.

Y el monumento que habéis visto en la foto medio derruido es el Convento do Carmo, hoy en día Museo Arqueológico que se mantiene en ruinas desde el terremoto de 1755. No accedimos a su interior porque hoy teníamos un planning muy extenso como veréis.

Estas son las escaleras por donde subes y bajas al mirador, impresiona un poco, la verdad.



El Elevador de Santa Justa une los barrios de Baixa y Chiado, y por una pasarela salvas el desnivel. Nos encontramos paseando por las calles del barrio Chiado con sus calles llenas de tiendas como Zara, Foot Locker, Benetton, Cartier... pero los precios más elevados que en España, así que se mira pero no se compra.

Desde allí pudimos contemplar la pasarela por la que antes habíamos pasado ya que teníamos que volver al centro para tomar el tranvía 28 que nos llevaría a nuestro siguiente destino: el Monasterio de San Vicente de Fora.



       

       


Y llegamos al Monasterio. La visita a la iglesia es libre y gratuita, para el Monasterio hay que pagar pero merece la pena, todo decorado con típicos azulejos portugueses del siglo XVIIIy con dos claustros. ¡¡Precioso!!

Está dedicado a San Vicente de Zaragoza, proclamado patrón de la ciudad en 1173, cuando sus reliquias se transfirieron del Algarve a una iglesia fuera de las murallas de la ciudad.

       









Esta última foto corresponde a la Sacristía que junto con el Panteón de los Braganza es de lo más destacado en el monasterio aunque a mí me encantaron los azulejos, había incluso una exposición de azulejos que contaban todas las fábulas de Fontaine.



También se podía acceder a la terraza desde la cual, como ya os habréis imaginado, había unas preciosas vistas de Lisboa, en esta ocasión sólo Ángel y David se animaron a subir las empinadas escaleras.



Y desde la terraza del Monasterio se podría ver nuestro siguiente destino: el Panteón Nacional.


No tardamos ni unos minutos en llegar al Panteón pues ambos monumentos se encuentran a escasa distancia uno del otro.

En su interior se encuentra la sepultura de hombre y mujeres ilustres de la historia portuguesa, como conocidos para nosotros Vasco da Gama y Luis de Camoes, junto con escritores y presidentes de la república.



Y de nuevo los valientes David y Ángel se atrevieron a subir a lo alto del Panteón para volver a ver Lisboa desde el cielo y todo el interior desde las alturas. Impresionante.

       


       


Subiendo por unas empinadas calles nos acercamos hasta el Mirador da Graça y de nuevo más fotos de Lisboa desde otra de sus colinas.





Se acercaba ya la hora de comer, y decidimos buscar algún restaurante por el centro, no sé si fue una buena idea, porque este barrio es un laberinto de callejuelas y no había manera de llegar a ninguna parte, pero si antes habíamos subido, estaba claro que ahora había que bajar y bajar y bajar y llegaríamos al mar, ¿no?

Iglesia de San Roque y Basílica de Estrela

Pues sí, efectivamente si bajas llegas al mar, aunque el camino resultó complicado, y desde luego, no se te ocurra intentar guiarte con un plano de Lisboa, más de la mitad de las callejuelas no aparecen en el mapa, jeje

       


Y así entre recovecos y callejuelas del famoso barrio de Alfama, llegamos a la Rua dos Bacalhoeiros muy cerca de la Plaza del Comercio. Mi intención era acercarnos a la Plaza del Rossío y a algunos de los miles de restaurantes de la Rua Aurea y la Rua de la Plata, pero los niños empezaron a protestar y tuvimos que comer en una terraza de uno de los restaurantes de esa calle, os dejo una foto del mismo aunque no repetiríamos, eso sí, barato, 8€ el menú compuesto de un plato del día, pan y bebida. Mis tres chicos comieron una especie de plato combinado con pollo asado, patatas y lógicamente arroz blanco y yo unas sardinas asadas con patatas y ensalada, la verdad es que estaba todo muy bueno, pero si comparábamos los precios del arroz con marisco de este restaurante con el del primer día, era mucho más caro.


Nos dirigimos a la Plaza de los Restauradores, de nuevo, para coger otro de los famosos elevadores de Lisboa, el de Gloria que nos llevaría a otro de los miradores de la ciudad, el de San Pedro de Alcántara.

Por el camino volvimos a pasar por el elevador de Santa Justa y ya que por la mañana no habíamos podido hacernos una foto por las prisas, en esta ocasión sí que nos paramos a inmortalizar el lugar.


Una breve parada en una pastelería de la Plaza de Rossío, a comprar el postre. Podéis serviros.



Y llegamos al Elevador de Gloria. Une el barrio de Baixa (la Plaza de los Restauradores) con el Barrio Alto, concretamente con el mirador de San Pedro de Alcántara. Os preguntaréis si se puede subir andando, claro que sí, pero aparte del atractivo turístico que supone el elevador en sí, en fin, que la cuesta es corta pero potente, y si no, mirad las fotos. Un consejo, utilizad una tarjeta de transporte para este elevador, te sale igual que cualquier otro medio de transporte pero si queréis pagar en efectivo, te cobran más del doble.

       

       



De nuevo en el mirador, unas cuantas vistas de Lisboa y no nos quedó más remedio que descansar un poco sentados en el parque y beber algo porque estábamos bastante cansados.



Desde el Mirador bajando por toda la calle dirigimos nuestros pasos para llegar a la Iglesia de San Roque. Muy simple por fuera, pero espectacular por dentro. En su interior destaca la capilla de San Juan Bautista y las pinturas.



En la iglesia, cuya entrada es gratuita, no así el museo que no visitamos, una monja nos llamó para decirnos que había un precioso belén en una sala, que si queríamos verlo sólo teníamos que pagar una cantidad pequeña, no recuerdo si un euro por adulto, así que lo hicimos, y pudimos contemplar un impresionante Belén.




A la salida de la iglesia nos dirigimos a la Plaza de Luis Camoes para volver a tomar el tranvía 28 que nos llevaría a nuestro último destino: la Basílica da Estrela. La Basílica fue construida por arquitectos de la Escuela de Mafra, en estilo Barroco final y Neoclásico y su aspecto exterior impone.


Cuando terminamos la visita, volvimos a coger el tranvía que de nuevo nos dejó en la Rua da Conceicao. Fue el momento de las últimas compras y otro casi último consejo: regatead en las tiendas, algún pequeño descuento os van a hacer.


Cargados hasta las orejas con vino de Oporto, bollos y demás recuerdos, no nos quedaba otra que esperar a que se hiciera la hora de cenar antes de volver al hotel a terminar las maletas. Así que a modo de despedida nos fuimos a la Plaza de Comercio y nos sentamos en las famosas escaleras de las que ya os he hablado, eso los mayores porque los enanos se dedicaron a lanzar piedras al agua.






Unas últimas fotos de despedida de Lisboa.

       


Volvimos a la Plaza de Restauradores para cenar en el Hard Rock Café pero había lista de espera, más de 30 minutos, así que al final acabamos en... exacto, lo habéis adivinado en el McDonalds de la Plaza de Rossío, enfrente justo de la parada del autobús que nos llevaría de vuelta al hotel.



Como habéis podido comprobar ha sido un viaje muy bien aprovechado y muy productivo. Un descubrimiento impresionante que nos ha cautivado, la ciudad de Lisboa y un lugar realmente mágico al que con toda seguridad volveremos: Sintra.

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