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Visita a Calatañazor

La etimología del actual topónimo de Calatañazor lo haría provenir del árabe "Qalat-al-Nasur", que vale ser traducido por "Castillo del azor", o "Castillo de los Buitres" según otras etimologías.


El primitivo asentamiento se corresponde con el de la ciudad arévaca de Voluce que, según estimaciones arqueológicas, podría emplazarse a un kilómetro de Calatañazor sobre un cerro lindante con el río ilanos que se conoce como Los Castejones. Allí habría permanecido Voluce desde el siglo III-II a.C. hasta el siglo IV-V de nuestra era, es decir, durante todo el periodo de presencia o dominación romana en la Península. Con las invasiones bárbaras los habitantes de la antigua ciudad debieron encontrar mejor acomodo en el promontorio que ocupa la actual Calatañazor y trasladarse a él.

En el siglo VIII se extendió por España el dominio musulmán que alcanzó, por supuesto, a estas tierras en las que dejó perdurable huella. Precisamente en relación con las luchas que en ellas se libraron entre los cristianos del norte y los agarenos del sur pudo producirse el acontecimiento que ha proporcionado más celebridad histórica a Calatañazor.

Era el verano del año 1002. Almanzor, general de los ejércitos del califa cordobés Hisam II, estragaba como cada estío durante las dos décadas anteriores las comarcas cristianas desde Santiago de Compostela hasta Barcelona.

La campaña militar de aquel año le había llevado por tierras riojanas a San Millán y Canales, de donde regresaba a sus cuarteles de invierno andaluces. Lo hacía victorioso pero enfermo. La ruta a seguir hacia Medinaceli le haría remontar el puerto de Santa Inés desde los Cameros y traspasar el portillo de Cabrejas, para salir a campo abierto, frente al peñasco de Calatañazor. Hasta aquí la historia y en adelante la leyenda, Sancho García, que había enfrenado a las huestes de Almanzor dos años antes en Peña Cervera, donde, si bien resultó derrotado como siempre, apreció quizá debilidades nunca antes advertidas en los ejércitos mahometanos, bien pudo calcular que había llegado el momento y la ocasión de rendir en combate al soberbio Almanzor, envejecido, enfermo y ahora en retirada.

Así pudo haber sucedido, aunque documentalmente no sea dado asegurarlo ni desmentirlo. La tradición sostiene que "en Calatañazor perdió Almanzor su tambor", que es tanto como decir qu perdió su talismán de imbatible y que resultó derrotado. Como la imaginación no está sujeta al rigor histórico, contemplando desde el castillo la extensa llanura hoy llamada "Valle de la Sangre", puede uno asistir a la carga de las mesnadas de Sancho García contra las tropas califales y a la huida de éstas por el camino de Bordecorex hacia Medinaceli. Sí parece seguro que Almanzor murió la noche del 10 al 11 de agosto de 1002  y que fue sepultado en Medinaceli.

En la localidad podemos ver una imagen de Almanzor, también un picota, y la conocida como pidra del abanico. Se trata de una piedra en la que podemos ver fósiles de hojas y tallos de palmeras, de la Era Terciaria del Mioceno. Estos fósiles datan de entre 11 y 20 millones de años de antigüedad.

     


Castillo. Lo que aún perdura del castillo, y que hoy podemos contemplar, se remonta al siglo XV sin perjuicio de que en la torre del homenaje se distingan algunas piedras aparejadas al modo árabe que hablan de un origen anterior. Como ha quedado dicho en la reseña histórica, el castillo-palacio fue solar de los Padilla y en él nacieron varios de sus destacados miembros.

La torre del  homenaje fue objeto de una somera restauración relativamente reciente; es el único elemento que presenta algún detalle de interés como la sillería de sus esquinas o la ventana gótica que se abre en uno de sus paramentos. Los lienzos de esta torre, como todo lo demás, son de mampostería.

Resisten en pie dos cubos y varios tambores de la  muralla circundante. Es visible también el foso que lo aislaba y defendía por el lado de la población.


Nuestra Señora del Castillo. De origen románico con una sola nave y torre adosada. La puerta dispone de arco de medio punto de doble arquivolta sobre sendas columnas encapiteladas.

     


     

La estructura urbana es muy simple: una empinada calle constituye el eje del poblado en cuyo extremo superior se ubica la plaza mayor. Todo en Calatañazor tiene sabor tradicional de remotas centurias: calles empedradas con canto rodado, casas con desplomadas paredes de tapial de barro y paja o tosca mampostería de piedra, estructura y trabazón confiada a irregulares rollizos de enebro, puertas protegidas por postigos de media altura, cubiertas de teja sobre las que se alzan las genuinas chimeneas cónicas pinariegas.



     


 

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