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Visita a Toro

Datos históricos

Es difícil precisar la época de la fundación de Toro: restos hallados nos remontan a la etapa celtibérica. Fue repoblada por el infante Don García, hijo de Alfonso III el Magno, a finales del siglo IX con gentes de Asturias, Vasconia y Navarra. Cuna de reyes, morada de nobles y asiento de judíos y moriscos, de órdenes militares y religiosas, tuvo voz y voto en Cortes, reuniéndose estas en época de Enrique III, en 1426 y 1442 en el reinado de Juan II. Juega un papel destacado en el enfrentamiento entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica por  la corona de Castilla, siendo escenario de la famosa Batalla de Toro en 1476. Nuevamente se reúnen las Cortes en 1505 convocadas por Don Fernando el Católico, donde se leyó el testamento de Isabel la Católica y se proclama reina a Doña Juana la Loca, promulgándose las Leyes de Toro. En época de Carlos I tomó parte activa en la lucha de las comunidades, comenzando a partir de este momento su declive político y social. Su importante producción agrícola, sobre todo en el sector vinícola, merece que en el siglo XVII se le erija en capital de provincia formada por tres partidos, el de Toro, el de Carrión y el de Reinosa, desapareciendo como tal en 1833 por una nueva demarcación del mapa geográfico de España.

Recorrido por Toro

Hay que caminar Toro de norte a sur y de este a oeste para comprobar que, en pocos lugares como aquí, encontraremos las numerosas y variadas huellas de las múltiples gentes, creencias y formas de ver la vida que han ido conformando esta ciudad.

Recorrer sus calles y plazas resulta una experiencia reconfortante para todo viajero que desee reencontrarse con una parte de la historia. Su traza medieval invita a caminar y adentrarse por lugares llenos de encanto.

Iniciando la andadura por la entrada norte, encontramos la Puerta de la Corredera, vestigio de lo que fue el segundo recinto amurallado de la ciudad.


A través de la calle de la Corredera llegamos a la plaza de Santa Marina lugar de esparcimiento y antesala de entrada al primer recinto a través del Arco de la Torre del Reloj. De esta torre del siglo XVIII se cuenta que, para levantarla se empleó vino; su abundancia en esta tierra hacía que su utilización abaratara el coste que suponía subir el agua desde el río.

          

La ancha calle llamada Puerta del Mercado desemboca en la Plaza Mayor. A lo largo de ella hay muestras de una hermosa arquitectura popular de traza medieval que, mezclada con construcciones más recientes, conforman un precioso conjunto.

En la Plaza Mayor, el edificio del Ayuntamiento constituye uno de los exponentes de la recuperación económica que experimentó Toro durante el siglo XVIII, cuando ostentaba el título de capital de la provincia de su nombre.







Por la calle de la Judería nos adentramos en un sinuoso recorrido en el que se suceden rincones que atestiguan la presencia judía y mozárabe en la ciudad. A este lado, se encuentran lugares como la calle de la Antigua, con el Arco del Postigo al fondo.





O la calle de la Reina, con las ruinas de Santo Domingo, el Palacio de Bustamante, el Palacio del Obispo y la imponente mole del Palacio de los Marqueses de Alcañices (siglo XVI) en cuyo interior moraron los padres de Isabel de Castilla o el Conde-Duque de Olivares.

Allí se encuentra la casa de la Nunciatura. En el extremo de esta misma calle está el Monasterio de Santa Sofía que fue palacio de retiro de la reina Doña María de Molina. En su interior sobresale el Patio Cisterna o Patio de Armas de Sancho IV y la iglesia que conserva un artesonado morisco del siglo XVI.


De nuevo en la Puerta del Mercado, atravesamos una vez más el Arco de la Torre del Reloj. En la calle de la Concepción se encuentra el Palacio de los Condes de Requena con un patio repleto de alegóricos capiteles.



          



          

          

En la plaza de San Francisco nos encontramos con el parque y un templete, el Teatro Latorre y la entrada a la singular Plaza de Toros construida en 1828.

De camino hacia el Arco de Santa Catalina, se encuentran dos ejemplos de la arquitectura hospitalaria. El Hospital de la Cruz, del siglo XVI y el Hospital General de Nuestra Señora de las Angustias.

Después de visitar la Plaza del Carmen, en donde se encuentra el Convento de San José, volvemos por la calle San Marcos, deteniéndonos en el Convento de Santa Clara.

Tras un pequeño paseo llegamos al Espolón, precioso balcón sobre la Vega, y de allí a la imprescindible visita a la Colegiata de Santa María la Mayor.


La Colegiata constituye el monumento más emblemático de Toro. Declarada Monumento Histórico Artístico en 1892, su construcción se remonta al siglo XII. En su fábrica se evidencia que fue levantada en dos etapas diferentes y por dos maestros distintos. Al primero se le atribuyen las trazas, los muros y las portadas laterales. Mientras que el segundo se encargó de la techumbre y el cimborrio. Este templo merece ser contemplado desde todos sus ángulos.


Desde la plaza, la Portada septentrional sirve de entrada al templo. Esta constituye una de las mejores muestras del románico zamorano. Sus arquivoltas están copiosamente decoradas con motivos vegetales y religiosos.

         

Junto a la nave septentrional la Torre, de planta cuadrada, sólo conserva de la época románica los dos cuerpos inferiores. El resto se derrumbó y de su reconstrucción durante el siglo XVIII, deja constancia el remate octogonal.


Si la contemplamos desde el mirador del paseo del Espolón, la imagen resulta sobrecogedora y soberbia. Esbeltos ábsides remantan las naves. Grandes rosetones sobre los diferentes hastiales. Un  original cimborrio con torretas adosadas. Un conjunto de proporciona una indudable sensación de armonía.



          


En su interior, la planta (similar a la de la catedral de Zamora y la Vieja de Salamanca) está compuesta por tres naves de tres tramos cada una que desembocan en tres ábsides semicirculares.

Del conjunto, podemos detenernos en los capiteles de los pilares, que representan escenas de caballería, en el Órgano, o en el interio de un cimborrio que, sostenido sobre cuatro desiguales pechinas, se encuentra suspendido sobre un tambor con dieciséis gallones rematados en una clave circular.


          



           





          

          

Nuestra visita a la Colegiata no está completa sin deternernos en la portada de la Majestad, a la que se accede desde el interior del templo.

Su reciente restauración ha recuperado un impresionante conjunto que, esculpido en piedra, conserva su policromía original. En él se narra la vida de la Virgen, la infancia de Cristo, la Iglesia triunfante, el Purgatorio y el Juicio Final. Todo ello adornado con una asombrosa profusión de motivos geométricos y vegetales que no dejan indiferente a quien lo contempla.










Toro puede presumir de poseer un abundante patrimonio histórico mudéjar, del cual son testimonio sus innumerables iglesias y conventos.

Iglesia de San Lorenzo El Real (siglo XII-XIII)

Debe su sobrenombre a los enterramientos de Los Castilla-Fonseca descendientes de Pedro I. Su fábrica de ladrillo posee una sola nave cubierta de madera que desemboca en un ábside octogonal. En su interior destaca el retablo del siglo XV obra de Fernando Gallego.




          









          

          

          



          

          

Iglesia del Santo Sepulcro (siglo XII)

En sus orígenes perteneció a la Orden de Caballeros del Santo Sepulcro y a finales del siglo XV pasó a depender de la Orden de Malta. Destaca por su planta de tres naves, sus capiteles semicirculares y su portada gótico-mudéjar.




          









          



          



          

Iglesia de San Salvador (siglo XII)

Perteneció a la Orden Templaria, cuyas armas se pueden observar sobre la puerta meridional. Levantada en ladrillo, tiene una planta basilical dividida en tres naves. En su interior acoge un interesante museo de Arte Sacro.





Iglesia de Nuestra Señora de la Vega (siglo XIII)

Esbelta y bella, se encuentra situada junto al Duero en medio de un hermoso paraje arbolado. También se la conoce como Ermita del Cristo de las Batallas, imagen que se encuentra en su interior de especial devoción en Toro.



Iglesia parroquial de San Julián de los Caballeros (siglo XVI)

Tres esbeltas naves de igual altura de las que solo el ábside y el esqueletaje portante se labraron en sillería. Su portada gótica es gemela de la de los Novios de la Catedral de Palencia.


          

          

          


Iglesia de la Santísima Trinidad (siglo XII)

Conserva restos arquitectónicos del tránsito del siglo XII al XIII, que testimonian un monumento híbrido de estilo románico terminado con soluciones moriscas.



Real Monasterio del Sancti Spiritus (siglos XIV-XVII)

Fue fundado por la infanta portuguesa Teresa Gil, lo que determinó que fuera favorecido por los reyes castellanos. Aloja en su interior el sepulcro de Beatriz de Portugal. En su museo destaca la colección de Sargas, de excepcionales dimensiones, que se usaban para cubrir los muros de la iglesia en Cuaresma y Semana Santa.







Convento de San José (siglo XVII)

De líneas sencillas, su iglesia alberga un magnífico retablo barroco del siglo XVII.



Real Monasterio de Santa Clara (siglos XIV)

Tiene un gran patio central con una doble galería de ladrillo del siglo XVII. En su interior se encontraban los frescos que cubrían el coro del convento y que narran las vidas de San Juan Bautista, Santa Catalina de Alejandría y Cristo. Actualmente han sido pasados a lienzos que pueden admirarse en la Iglesia de San Sebastián.



San Sebastián de los Caballeros (siglo XIII)

Fue parroquia al  menos desde el siglo XIII hasta el año 1896. Ya en el siglo XX fue salvado de la ruina y restaurado para albergar las Pinturas Murales de Santa Clara. Se reedificó en el silgo VI con aparejo de cantería.







Santo Tomás Cantuariense (siglo XII)

Iglesia del siglo XII, reconstruida a finales del siglo XVIII, en la que destaca el retablo mayor de la escuela de Berruguete.

Palacio de las Leyes

Construido en la Edad Media fue propiedad de la Corona de León y Castilla y en él se redactaron en 1505 las famosas "Leyes de Toro". En 1923 sufrió un grave incendio que acabó con su interior y toda su estructura mudejar.









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