Durante nuestra visita a Huesca en el puente de mayo, nos acercamos al Monasterio del Pueyo cerca de la localidad de Barbastro.
Dominando todo el Somontano, se eleva el montículo en cuya cima se halla el santuario dedicado a la Virgen del Pueyo. 
Las  obras del anterior priorato, iniciadas a finales del siglo XIX por la  comunidad de monjes benedictinos procedentes de Montserrat, envuelven  por completo el primitivo edificio medieval, correspondiente a la  iglesia, claustro y basamento de la torre. Este núcleo es una  construcción rústica, realizada en mampostería, perteneciente al gótico  de los años finales del siglo XIII.
La  iglesia, de una sola nave, se halla dividida en cinco tramos  irregulares cubiertos con gruesos nervios de sección rectangular de  crucería sencilla, sexpartita y octopartita. De esta misma época es  igualmente el diminuto claustro cuadrado, comunicado con la iglesia por  el costado meridional. Sus crujías se cubren también con pequeños tramos  de crucería sencilla, similar a la de la iglesia. Originalmente tenía  arcos de medio punto que fueron reformados por los benedictinos en  estilo neogótico.
El  obispo Alonso de Requeséns (1625-1639) remodeló la primitiva cabecera  del templo construyendo una pequeña cúpula, y un siglo después se le  adosó un camarín tras el presbiterio, que presenta una interesante  decoración pictórica mural de estilo neoclásico, pero debida a dos  pintores de calidades diferenciadas. En el techo, escenas de la vida de  la Virgen: Anunciación, Visitación, Nacimiento y Epifanía, de  composición más académica, de dibujo incorrecto algunas y todas de  colorido predominantemente azulado. Mucho más logradas están las cuatro  virtudes cardinales representadas en los chaflanes del camarín, con una  entonación ocre-rojiza y una pincelada muy fluida.
También visitamos un pequeño claustro, no en buenas condiciones.
Y  en la sacristía se encuentra el sepulcro de San Balandrán, un hombre de  gran estatura. Dice la leyenda que quién quiera casarse, tiene que  abarcar con las manos extendidas todo el sepulcro. Uf, bastante difícil,  creedme. 
A  la derecha de la puerta principal nos encontramos con un pequeño y  sencillo monumento funerario, inaugurado el 20 de julio de 1975. Es un  recuerdo de los 18 monjes Benedictinos que fueron inmolados por odio a  la fe en el año 1936. Es un elegante arcón de piedra natural de Novelda  en el que se depositaron dos cajas de madera noble. La de la izquierda  contiene los cráneos y la de la derecha los demás restos de los monjes  martirizados.
Horario del Monasterio: 
De lunes a sábados de 9:00 a 12:00 y de 16:00 a 19:00. 
Se puede aparcar a los pies del monasterio y también hay una tienda para comprar recuerdos. 
Nosotros tuvimos la fortuna de contar con la ayuda y la explicación de un amable monje que se encarga de la tienda.
























 
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