La  historia del monasterio de Santes Creus se inicia con una donación de  tierras, ubicadas en Cerdanyola del Vallés, efectuada por el noble  Guillem Ramón de Montcada en fecha 4 de diciembre de 1150 a la abadía  rosellonesa de la Grand Selva, para que un grupo de monjes cistercienses  emprendiera la fundación de un monasterio. Ese establecimiento  significó el nacimiento del monasterio de Valldaura. Con el paso de los  años, la comunidad decidió buscar un territorio más adecuado a las  necesidades de una abadía cisterciense. Así, el conde Ramón Berenguer IV  intercedió para que se obtuvieran nuevas tierras en Ancosa, en la  comarca de Anoia, pero la falta de agua obligó a la comunidad a  persistir en su búsqueda. El 2 de junio de 1160, Guerau Alamany de  Cervelló y Guillem de Montagut ofrecen a la comunidad las tierras de  Santes Creus situadas en al margen izquierda del río Gaià. Dado que la  zona reunía condiciones adecuadas al espíritu cisterciense, el  asentamiento adquiere carácter definitivo.
Los años de mayor  esplendor económico, social y político llegaron con el vínculo con la  Corona. El abad Bernat Calbó mantuvo una fructífera amistad con el rey  Jaume I y posteriormente, el abad Gener consiguió atraer el favor de  Pere el Grande; sin embargo, fue con los abades Bonanat de Vilaseca y  Pere Alegre cuando el monasterio de Santes Creus consiguió el mecenazgo y  la protección del rey Jaume el Justo y la reina Blanca de Anjou. Ambos  fueron enterrados en uno de los magníficos monumentos funerarios del  crucero d ela iglesia; en el otro, una joya arquitectónica y artística,  descansa el rey Pere el Grande.
En el siglo XV se inició un  estancamiento de la vida material y espiritual del monasterio. La  elección del abad Pedro de Mendoza abrió un periodo de recuperación en  todos los ámbitos y él fue e único abad de Santes Creus que presidió la  Diputación del General de Cataluña durante el trienio 1497-1500.
La  guerra de la independencia (1808-1814) y el Trienio Liberal (1820-1823)  acentuaron el empobrecimiento del cenobio habitado en condiciones  bastante precarias por una cuarentena de monjes. Las desamortizaciones  del siglo XIX afectaron a la comunidad y en 1835 los monjes abandonaron  definitivamente el monasterio. Con la ley de desamortización promovida  por Mendizábal se decretó la venta de las propiedades y bienes  eclesiásticos.
En el año 1921 el conjunto monástico fue declarado  monumento nacional y algunos años más tarde, se constituyó el Patronato  de Santes Creus con el objetivo de velar por la reconstrucción y la  restauración del monasterio. En 1947 se creó otra entidad, el Archivo  Bibliográfico de Santes Creus, para promover el estudio y la defensa de  la historia del monumento. Incluido en los monumentos patrimonio de la  Generalitat, está gestionado por el Museo de Historia de Cataluña y está  situado en el término municipal de Aiguamúrcia.
Su  construcción se inició en el año 1313 bajo el patrocinio del rey Jaume  el Justo y de la reina Blanca de Anjou. La evolución de la obra se vio  favorecida por la llegada, en el año 1331, del maestro de obras y  escultor Reinard des Fonoll, que dirigió los trabajos de construcción  durante unos años y participó en la realización de los motivos  escultóricos de los capiteles. 
En 1341, el abad Francesc Miró  dio la obra por finalizada y procedió a su bendición. El claustro es de  estilo gótico, muy rico en decoración y, por lo tanto, se aleja de los  preceptos de sencillez y austeridad propios de los monjes cistercienses.
Las galerías están cubiertas con bóvedas de crucería y los ventanales de arcos ojivales se llevaron de magníficas tracerías. 
En  los capitales se representan una gran variedad de motivos: seres  fantásticos o mitológicos, motivos zoomórficos, escenas bíblicas,  elementos heráldicos y todo un abanico de personajes diversos. 
Templete del lavabo
Es  una edificación de planta hexagonal con una cubierta constituida por  seis nervios. En comparación con los del claustro, sus arcos son  bastante pesados y los capiteles contienen decoraciones vegetales tales  como hojas de lirio de agua. Tanto por la composición arquitectónica  como por la austeridad decorativa, es una obra en el más puro estilo  cisterciense y testimonio de la primera etapa constructiva del cenobio.  Los monjes, después del refectorio para efectuar sus comidas, se lavaban  las manos en la fuente circular situada en el centro del templete. 
Parlatorio
El  parlatorio o locutorio comunica el claustro principal con el posterior y  se utilizaba básicamente para dos funciones: por un lado, solía ser el  lugar donde el prior se reunía con la comunidad para repartir las  labores de la jornada en los campos de labranza, los huertos..., o para  encomendar las tareas derivadas de la vida en común; por otro lado, era  el único espacio del cenobio donde los monjes podían mantener breves  conversaciones entre ellos, aunque, eso sí, se recomendaba el uso  prudente y mesurado d ela palabra.
El parlatorio presenta una  planta rectangular cubierta por una perfecta bóveda de cañón con una  imposta ruda y sencilla. También hay dos largos bancos de piedra  adosados a las paredes, antiguamente revestidos de madera. 
Claustro posterior
Su  construcción aún plantea algunos interrogantes históricos y  arquitectónicos. La planta es trapezoidal y está cerrada por una serie  de arcos apuntados de factura arcaizante. Las aberturas en forma de  ventanales o de grandes ojos de buey son testimonio de la existencia de  un piso superior. El claustro cuenta con un patio ornado con un surtidor  central y ocho altos cipreses. Este proyecto de ajardinamiento fue  elaborado en época de la Mancomunitat. La combinación de elementos  arquitectónicos y ambientales origina un espacio para el recogimiento y  la reflexión y, a la vez rezuma serenidad y quietud.
Escritorio
La  copia de manuscritos ricamente iluminados y la redacción de documentos  eran trabajo propio de los monasterios medievales. A pesar de ello,  Bernardo de Claraval dictó normas restrictivas sobre esta actividad  consistentes en la reducción de los colores, la limitación de la  ornamentación a las letras capitales y la supresión de los elementos  figurativos. 
La dependencia tiene un planta rectangular cubierta  por seis bóvedas de crucería que confluyen en dos grandes columnas  centrales. Esta estructura evoca unas espléndidas "palmeras de piedra".  La austeridad decorativa, la rudeza de los elementos arquitectónicos o  el grueso de las paredes son indicadores de un estilo aún poco definido  conocido como románico ojival. En el siglo XVII el escritorio perdió su  función original y se inició el nuevo uso de la estancia como bodega. En  la actualidad, muestra el audiovisual El mundo del Císter y sólo puede  visitarse en este contexto.
Cárcel
Su  función se aproximaría a la de unas celdas de castigo o un lugar de  penitencia. La Regla de San Benito contemplaba la posibilidad de recibir  castigos físicos cuando no había actitud, lección ni castigo que  permitieran corregir un comportamiento equivocado, cuando un monje era  culpable de incumplimientos reiterados de la Regla. Como testimonio de  este uso nos han llegado unos grafitos, situados en el techo, y una  pintura mural de la crucifixión de Jesús, a la altura de un segundo  piso. 
Cocina
La  mayor parte de la estancia, situada en la galería sur del claustro  posterior, permanece a la intemperie y nos han llegado de ella escasos  testimonios materiales identificadores. Cabe mencionar un amplio arco de  obra con ladrillo abierto de un extremo a otro de la sala, así como los  dinteles trabajados en alguno de los ventanales. Otros elementos  conservados son unas enormes picas de piedra -los fregaderos-, una gran  mesa de trabajo, unas muelas, un fogón de piedra y un molinillo. El  pasaplatos permitía el tránsito diario de platos de la cocina hacia el  comedor y viceversa. 
Refectorio
Originalmente era parte del Palacio Real, residencia construida en este sector del recinto monástico, y su función era ejercer de sala de recepciones o de salón del tinell. Con los años perdería esa función y la sala, siglos después, será reformada y convertida en un refectorio. La cubierta original, constituida por una serie de arcos diafragma y por un tejido a dos aguas, será sustituida por un techo enyesado de mayor altura y decorado con molduras. También se añadirá un friso cerámico adosado a las paredes de la estancia y se abrirá el pasaplatos.
Las legumbres, la verdura y la fruta procedentes de los huertos del monasterio constituían su base alimentaria. Dichos alimentos se acompañaban de una ración de pan y de un poco de vino. Se comía pescado fresco o salado, huevos, quesos caseros.... En invierno se preparaba un plato caliente y en verano se recurría más a las ensaladas. La carne, en principio, no estaba permitida; aunque se habían excepciones con algunos enfermos.
Palacio Real
La construcción se inició por iniciativa del rey Pere el Grande, pero la finalización de la edificación - fechada en el año 1310 - y su enriquecimiento estuvieron a cargo de Jaume el Justo y Blanca de Anjou. Finalmente, en la época de Pere el Ceremonioso se inician una serie de intervenciones y ampliaciones, de la mano de algunos abades, con el objetivo de transformar la residencia en palacio abacial.
Su estructura es propia de los palacios de la época medieval pertenecientes al gótico civil catalán; es decir, un patio a cielo abierto, una escalera de acceso y una galería superior con las estancias articuladas a su alrededor. La galería presenta una serie de arcadas sostenidas por esbeltas columnas y en el techo aún se puede ver un artesonado decorado con policromía. La barandilla de piedra de la escalera tiene en los dos extremos decoración figurativa consistente en representaciones animales; y la columna de pórfido integrada en esta composición, una pieza exótica y lujosa, manifiesta el contraste entre la austeridad monacal y la exuberancia real.
Estancias primitivas
Conjunto de restos constituidos por diferentes arcos de piedra y por testimonios en alzado de antiguas paredes que correspondían, probablemente, a las dependencias monásticas necesarias para establecer el asentamiento de los primeros monjes procedentes de Valldaura.
Entre los restos se encuentran un monolito conmemorativo dedicado a fray Guillem Mestres, monje de Santes Creus nombrado, después de la exclaustración de 1835, vicario de la parroquia de Santa Llúcia. El fraile se convirtió en custodio y defensor de la integridad del monumento y se le recuerda como el primero restaurador del monasterio.
Capilla de la Trinidad
Erigida para acoger las plegarias y los edificios religiosos durante los años iniciales de establecimiento en Santes Creus, con los siglos se convirtió en la capilla de la enfermería nueva.
Es una iglesia de dimensiones reducidas, con una planta rectangular sin ábside y cubierta por una bóveda de cañón ligeramente apuntada. La abertura a levante y a poniente de las dos ventanas de arco de medio punto, así como la orientación del templo -de este a oeste- garantizan que la luz solar se aproveche al máximo.
La Capilla de la Trinidad coincide con la tipología propia de muchas iglesias de finales del siglo XII. En la cabecera se colocó la talla de madera de un Santo Cristo Crucificado elaborada en el siglo XV.
Enfermería
Es un edificio de época barroca erigido con materiales más bien pobres, como piedras de dimensiones reducidas y muy irregulares. El ladrillo se utilizó en la serie de arcos del segundo piso que responden a un añadido fruto de la reforma impulsada en el siglo XVIII. La planta baja contenía un almacén de ropa y unos lavaderos y el primer piso fue destinado a la enfermería nueva.
Este lado del claustro posterior y la enfermería sufrieron con mayor intensidad los efectos devastadores de la exclaustración. La dependencia fue reconstruida en 1935 y actualmente es un espacio que no se puede visitar.
Estancia de los monjes jubilados
Situadas entre el ala norte del claustro y la enfermería, de ellas sólo ha sobrevivido un excepcional arco catalán o escarzano que se mantiene desafiando al paso del tiempo y la destrucción sufrida a raíz de la tercera guerra carlista. El estado de conservación de los habitáculos de los monjes jubilados y del conjunto de edificaciones situadas a levante era bastante bueno en el momento de la desamortización, pero en el año 1874 dichas dependencias sufrieron daños al extraérseles las vigas y la piedra para usarlas en la fortificación del vecino pueblo de Vila-rodona; el miedo a un posible ataque carlista y la urgencia por fortificar la villa justificarían ese desgraciado episodio.
Torre de las Horas
Para descubrir la torre de las Horas hay que levantar la vista hacia la iglesia. El abad Jeroni Contijoch ordenó su edificación en 1575 para alojar la máquina del reloj y las campanas. Es una torre de planta cuadrangular y en una de las paredes se aprecia la curvatura o el abombamiento exterior de la escalera de caracol. A cada lado tiene una ventana rectangular con los marcos ligeramente moldurados y con tres escudos en cada uno de los dinteles; en el del medio aparece la heráldica del abad constructor y en los otros dos hay dibujada una cruz griega.
Cementerio
El cementerio será un reflejo de la austeridad, la humildad y la sencillez propias de la reforma monástica cisterciense, así como de la funcionalidad o del sentido económico de sus realizaciones. La muerte se entendía como un tránsito y un momento solemne para la comunidad. Cuando se producía una defunción, se desnudaba y lavaba al monje fallecido y se lo volvía a vestir con el hábito. Después de su traslado a la iglesia y de la vigilia, se oficiaban las exequias por su alma y, sin ataúd, se lo enterraba en el cementerio. En este espacio sólo ha perdurado el sentido o el espíritu original del Cister. Una gran cruz de piedra es el único símbolo necesario para acoger a todos.
Cabecera
La iglesia mayor presenta una cabecera con una pared plana y un conjunto constituido, de forma sencilla, por un gran rosetón y tres ventanales alargados de arco de medio punto. Las aberturas aseguraban la iluminación interior del edificio y al mismo tiempo, también tenían un simbolismo evidente relacionado con el misterio de la Santísima Trinidad: Dios, una sola naturaleza, representado por el rosetón; y la Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo-, por las tres ventanas. El rosetón, que ha sido fechado alrededor del año 1193, cuenta con dieciséis lóbulos y está cerrado por un ajedrezado. En 1992 la iglesia fue restaurada y conserva buena parte de sus vitrales originales, hoy considerados de los más antiguos del tipo cisterciense.
Dormitorio
Es una sala espaciosa -de 46 m de largo por 11 de ancho- y transcurre por encima de la sala capitular, del locutorio y del escritorio. La edificación se inició en 1191 y finalizó en 1225. La solución adoptada para cubrir la estancia, una cubierta de doble vertiente o a dos aguas sostenida por once arcos de piedra diafragmáticos, destaca por su alto valor arquitectónico. Los arcos, diafragma, ligeramente apuntados, descansan sobre las gruesas paredes y sobre unas ménsulas piramidales con decoraciones vegetales. El resultado es una dependencia sin columnas ni pilares y, por lo tanto, de gran amplitud. Esta tipología arquitectónica fue aprovechada por la propia orden, por las órdenes mendicantes, y en muchas otras construcciones civiles. Los monjes dormían en comunidades, vestidos, sobre lecho de paja y en una misma dependencia. Con el paso del tiempo se toleraron las celdas individuales y aparecieron las primeras camas con jergón de paja.
Sala capitular
Aquí los monjes, que se sientan alrededor de la sala en los peldaños adosados a las paredes, se reúnen con el abad para la lectura diaria de un capítulo de la Regla de San Benito.
Es una de las estancias monásticas más importantes y más logradas a nivel arquitectónico. Cuenta con una planta cuadrangular y una cubierta de bóvedas de arista.
Los nervios de los arcos confluyen en cuatro columnas centrales de piedra que reproducen con fidelidad una palmera: la columna sería el tronco del árbol; y los nervios, sus hojas.
Austeridad, sencillez y equilibrio son adjetivos adecuados para esta dependencia.
Capilla de la Assumpta
Habría correspondido al armarium del monasterio, lugar en el que se guardaban los libros utilizados por los monjes en los ratos de lectura en el claustro. El abad Jaume Valls lo convirtió en capilla de la Assumpta en el año 1558. Esta obra se pagó con el legado efectuado por Magdalena Valls de Salbà, hermana del abad, enterrada bajo la losa sepulcral del suelo de la capilla. El espacio es de dimensiones reducidas y en él se colocó un grupo escultórico llamado La dormición de la Virgen.
Puerta de la monjía
Era el acceso que utilizaban los monjes para entrar en la iglesia y ocupar rápidamente la sillería del coro. Encima de la puerta se colocó un conjunto escultórico referente al Juicio Final, con una cronología a caballo entre los siglos XIII y XIV. En la pared del ala de levante aparece una imagen de la Virgen y el Niño fechada en el siglo XIV y conocida como la Virgen del Claustro. En este muro, junto a la puerta de la lección, también se abre el arcosolio con el sepulcro de Guillem y Ramon de Montcada, muertos en la batalla de Portopí durante la conquista de Mallorca.
Originalmente era parte del Palacio Real, residencia construida en este sector del recinto monástico, y su función era ejercer de sala de recepciones o de salón del tinell. Con los años perdería esa función y la sala, siglos después, será reformada y convertida en un refectorio. La cubierta original, constituida por una serie de arcos diafragma y por un tejido a dos aguas, será sustituida por un techo enyesado de mayor altura y decorado con molduras. También se añadirá un friso cerámico adosado a las paredes de la estancia y se abrirá el pasaplatos.
Las legumbres, la verdura y la fruta procedentes de los huertos del monasterio constituían su base alimentaria. Dichos alimentos se acompañaban de una ración de pan y de un poco de vino. Se comía pescado fresco o salado, huevos, quesos caseros.... En invierno se preparaba un plato caliente y en verano se recurría más a las ensaladas. La carne, en principio, no estaba permitida; aunque se habían excepciones con algunos enfermos.
Palacio Real
La construcción se inició por iniciativa del rey Pere el Grande, pero la finalización de la edificación - fechada en el año 1310 - y su enriquecimiento estuvieron a cargo de Jaume el Justo y Blanca de Anjou. Finalmente, en la época de Pere el Ceremonioso se inician una serie de intervenciones y ampliaciones, de la mano de algunos abades, con el objetivo de transformar la residencia en palacio abacial.
Su estructura es propia de los palacios de la época medieval pertenecientes al gótico civil catalán; es decir, un patio a cielo abierto, una escalera de acceso y una galería superior con las estancias articuladas a su alrededor. La galería presenta una serie de arcadas sostenidas por esbeltas columnas y en el techo aún se puede ver un artesonado decorado con policromía. La barandilla de piedra de la escalera tiene en los dos extremos decoración figurativa consistente en representaciones animales; y la columna de pórfido integrada en esta composición, una pieza exótica y lujosa, manifiesta el contraste entre la austeridad monacal y la exuberancia real.
Conjunto de restos constituidos por diferentes arcos de piedra y por testimonios en alzado de antiguas paredes que correspondían, probablemente, a las dependencias monásticas necesarias para establecer el asentamiento de los primeros monjes procedentes de Valldaura.
Entre los restos se encuentran un monolito conmemorativo dedicado a fray Guillem Mestres, monje de Santes Creus nombrado, después de la exclaustración de 1835, vicario de la parroquia de Santa Llúcia. El fraile se convirtió en custodio y defensor de la integridad del monumento y se le recuerda como el primero restaurador del monasterio.
Erigida para acoger las plegarias y los edificios religiosos durante los años iniciales de establecimiento en Santes Creus, con los siglos se convirtió en la capilla de la enfermería nueva.
Es una iglesia de dimensiones reducidas, con una planta rectangular sin ábside y cubierta por una bóveda de cañón ligeramente apuntada. La abertura a levante y a poniente de las dos ventanas de arco de medio punto, así como la orientación del templo -de este a oeste- garantizan que la luz solar se aproveche al máximo.
La Capilla de la Trinidad coincide con la tipología propia de muchas iglesias de finales del siglo XII. En la cabecera se colocó la talla de madera de un Santo Cristo Crucificado elaborada en el siglo XV.
Es un edificio de época barroca erigido con materiales más bien pobres, como piedras de dimensiones reducidas y muy irregulares. El ladrillo se utilizó en la serie de arcos del segundo piso que responden a un añadido fruto de la reforma impulsada en el siglo XVIII. La planta baja contenía un almacén de ropa y unos lavaderos y el primer piso fue destinado a la enfermería nueva.
Este lado del claustro posterior y la enfermería sufrieron con mayor intensidad los efectos devastadores de la exclaustración. La dependencia fue reconstruida en 1935 y actualmente es un espacio que no se puede visitar.
Estancia de los monjes jubilados
Situadas entre el ala norte del claustro y la enfermería, de ellas sólo ha sobrevivido un excepcional arco catalán o escarzano que se mantiene desafiando al paso del tiempo y la destrucción sufrida a raíz de la tercera guerra carlista. El estado de conservación de los habitáculos de los monjes jubilados y del conjunto de edificaciones situadas a levante era bastante bueno en el momento de la desamortización, pero en el año 1874 dichas dependencias sufrieron daños al extraérseles las vigas y la piedra para usarlas en la fortificación del vecino pueblo de Vila-rodona; el miedo a un posible ataque carlista y la urgencia por fortificar la villa justificarían ese desgraciado episodio.
Torre de las Horas
Para descubrir la torre de las Horas hay que levantar la vista hacia la iglesia. El abad Jeroni Contijoch ordenó su edificación en 1575 para alojar la máquina del reloj y las campanas. Es una torre de planta cuadrangular y en una de las paredes se aprecia la curvatura o el abombamiento exterior de la escalera de caracol. A cada lado tiene una ventana rectangular con los marcos ligeramente moldurados y con tres escudos en cada uno de los dinteles; en el del medio aparece la heráldica del abad constructor y en los otros dos hay dibujada una cruz griega.
Cementerio
El cementerio será un reflejo de la austeridad, la humildad y la sencillez propias de la reforma monástica cisterciense, así como de la funcionalidad o del sentido económico de sus realizaciones. La muerte se entendía como un tránsito y un momento solemne para la comunidad. Cuando se producía una defunción, se desnudaba y lavaba al monje fallecido y se lo volvía a vestir con el hábito. Después de su traslado a la iglesia y de la vigilia, se oficiaban las exequias por su alma y, sin ataúd, se lo enterraba en el cementerio. En este espacio sólo ha perdurado el sentido o el espíritu original del Cister. Una gran cruz de piedra es el único símbolo necesario para acoger a todos.
La iglesia mayor presenta una cabecera con una pared plana y un conjunto constituido, de forma sencilla, por un gran rosetón y tres ventanales alargados de arco de medio punto. Las aberturas aseguraban la iluminación interior del edificio y al mismo tiempo, también tenían un simbolismo evidente relacionado con el misterio de la Santísima Trinidad: Dios, una sola naturaleza, representado por el rosetón; y la Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo-, por las tres ventanas. El rosetón, que ha sido fechado alrededor del año 1193, cuenta con dieciséis lóbulos y está cerrado por un ajedrezado. En 1992 la iglesia fue restaurada y conserva buena parte de sus vitrales originales, hoy considerados de los más antiguos del tipo cisterciense.
Es una sala espaciosa -de 46 m de largo por 11 de ancho- y transcurre por encima de la sala capitular, del locutorio y del escritorio. La edificación se inició en 1191 y finalizó en 1225. La solución adoptada para cubrir la estancia, una cubierta de doble vertiente o a dos aguas sostenida por once arcos de piedra diafragmáticos, destaca por su alto valor arquitectónico. Los arcos, diafragma, ligeramente apuntados, descansan sobre las gruesas paredes y sobre unas ménsulas piramidales con decoraciones vegetales. El resultado es una dependencia sin columnas ni pilares y, por lo tanto, de gran amplitud. Esta tipología arquitectónica fue aprovechada por la propia orden, por las órdenes mendicantes, y en muchas otras construcciones civiles. Los monjes dormían en comunidades, vestidos, sobre lecho de paja y en una misma dependencia. Con el paso del tiempo se toleraron las celdas individuales y aparecieron las primeras camas con jergón de paja.
Sala capitular
Aquí los monjes, que se sientan alrededor de la sala en los peldaños adosados a las paredes, se reúnen con el abad para la lectura diaria de un capítulo de la Regla de San Benito.
Es una de las estancias monásticas más importantes y más logradas a nivel arquitectónico. Cuenta con una planta cuadrangular y una cubierta de bóvedas de arista.
Los nervios de los arcos confluyen en cuatro columnas centrales de piedra que reproducen con fidelidad una palmera: la columna sería el tronco del árbol; y los nervios, sus hojas.
Austeridad, sencillez y equilibrio son adjetivos adecuados para esta dependencia.
Habría correspondido al armarium del monasterio, lugar en el que se guardaban los libros utilizados por los monjes en los ratos de lectura en el claustro. El abad Jaume Valls lo convirtió en capilla de la Assumpta en el año 1558. Esta obra se pagó con el legado efectuado por Magdalena Valls de Salbà, hermana del abad, enterrada bajo la losa sepulcral del suelo de la capilla. El espacio es de dimensiones reducidas y en él se colocó un grupo escultórico llamado La dormición de la Virgen.
Puerta de la monjía
Era el acceso que utilizaban los monjes para entrar en la iglesia y ocupar rápidamente la sillería del coro. Encima de la puerta se colocó un conjunto escultórico referente al Juicio Final, con una cronología a caballo entre los siglos XIII y XIV. En la pared del ala de levante aparece una imagen de la Virgen y el Niño fechada en el siglo XIV y conocida como la Virgen del Claustro. En este muro, junto a la puerta de la lección, también se abre el arcosolio con el sepulcro de Guillem y Ramon de Montcada, muertos en la batalla de Portopí durante la conquista de Mallorca.
Iglesia
La iglesia abacial es de ábside truncado y reproduce fielmente el plano bernardino. Tiene una gran capilla central de planta rectangular y dos capillitas más pequeñas a cada lado.
En su interior hay diversos retablos elaborados a lo largo del siglo XVIII. El más valorado artísticamente es el retablo mayor, obra de Josep Tramulles, esculpido y decorado entre 1647 y 1679. Este retablo barroco sustituye al anterior, de estilo gótico, trabajado por Lluis Borrassà.
En los años iniciales la cabecera estaba presidida por el espléndido rosetón y los tres ventanales debajo.
Las obras de la iglesia mayor del monasterio se iniciaron en el año 1174, con el abad Pere de Santes Creus, y se la abrió al culto en 1211, bajo el abadiato de Bernat de Ager. En 1225 se habían erigido los tres primeros tramos; aún así, no se terminó definitivamente hasta el año 1411.
La iglesia tiene planta de cruz latina con tres naves separadas por sólidos pilares que se encargan de soportar, con la ayuda de los gruesos muros del edificio, un techo de bóvedas de crucería y anchos arcos fajones ligeramente apuntados que se integran en los pilares de la nave central a través de una solución arquitectónica original y austera: una especie de rollos o ménsulas acanalados. La monumentalidad de la construcción contrasta con su falta de decoración escultórica.
Mausoleo de Jaume el justo y de Blanca de Anjou
El sepulcro doble del rey Jaume y la reina Blanca fue encargado en el año 1312 al maestro constructor barcelonés Bertran de Riquer y al escultor leridano Pere de Prenafeta. La intención era construir un mausoleo parecido y de proporciones también similares al de Pere el Grande, al otro lado del crucero, con el sepulcro en el interior de un dosel de estilo gótico.
El monumento funerario está formado por una caja de pizarra dentro de una urna cuadrangular de piedra esculpida con una serie de arquitos ojivales trebolados y con pináculos.
El sepulcro se cubrió con una tapa a dos aguas que, inspirada en el modelo ideado por Luis IX de Francia al organizar el panteón real de Saint-Denis de París, incorporó las imágenes yacentes y en pleno volumen de los soberanos. Esto significó la introducción de una tipología funeraria fundamentada en la inclusión de las estatuas yacentes de los monarcas en las tapas de los sepulcros. La escultura de la reina fue trabajada por Franscesc de Montflorit, mientras que la autoría de la de Jaume el Justo ha planteado más dudas.
Mausoleo de Pere el Grande
La construcción del mausoleo del rey Pere se inició en 1291 con la participación del escultor Bartomeu de Girona, el cantero Guillem de Orenga y los pintores Gil, Pere Sanç y Andreu de la Torre. El cuerpo del rey descansa dentro de una gran urna o vaso de pórfido elaborado, en opinión de algunos historiadores, en época antigua, concretamente constantiniana. Esta magnífica pieza fue cubierta con una losa de jaspe y un pesado cuerpo de piedra esculpido con imágenes y arquitos góticos trebolados. Al alto valor artístico y arquitectónico del conjunto cabe sumarle su relevancia histórica, pues se trata de un sepulcro real no profanado.
La iglesia abacial es de ábside truncado y reproduce fielmente el plano bernardino. Tiene una gran capilla central de planta rectangular y dos capillitas más pequeñas a cada lado.
En su interior hay diversos retablos elaborados a lo largo del siglo XVIII. El más valorado artísticamente es el retablo mayor, obra de Josep Tramulles, esculpido y decorado entre 1647 y 1679. Este retablo barroco sustituye al anterior, de estilo gótico, trabajado por Lluis Borrassà.
En los años iniciales la cabecera estaba presidida por el espléndido rosetón y los tres ventanales debajo.
Las obras de la iglesia mayor del monasterio se iniciaron en el año 1174, con el abad Pere de Santes Creus, y se la abrió al culto en 1211, bajo el abadiato de Bernat de Ager. En 1225 se habían erigido los tres primeros tramos; aún así, no se terminó definitivamente hasta el año 1411.
La iglesia tiene planta de cruz latina con tres naves separadas por sólidos pilares que se encargan de soportar, con la ayuda de los gruesos muros del edificio, un techo de bóvedas de crucería y anchos arcos fajones ligeramente apuntados que se integran en los pilares de la nave central a través de una solución arquitectónica original y austera: una especie de rollos o ménsulas acanalados. La monumentalidad de la construcción contrasta con su falta de decoración escultórica.
El sepulcro doble del rey Jaume y la reina Blanca fue encargado en el año 1312 al maestro constructor barcelonés Bertran de Riquer y al escultor leridano Pere de Prenafeta. La intención era construir un mausoleo parecido y de proporciones también similares al de Pere el Grande, al otro lado del crucero, con el sepulcro en el interior de un dosel de estilo gótico.
El monumento funerario está formado por una caja de pizarra dentro de una urna cuadrangular de piedra esculpida con una serie de arquitos ojivales trebolados y con pináculos.
El sepulcro se cubrió con una tapa a dos aguas que, inspirada en el modelo ideado por Luis IX de Francia al organizar el panteón real de Saint-Denis de París, incorporó las imágenes yacentes y en pleno volumen de los soberanos. Esto significó la introducción de una tipología funeraria fundamentada en la inclusión de las estatuas yacentes de los monarcas en las tapas de los sepulcros. La escultura de la reina fue trabajada por Franscesc de Montflorit, mientras que la autoría de la de Jaume el Justo ha planteado más dudas.
La construcción del mausoleo del rey Pere se inició en 1291 con la participación del escultor Bartomeu de Girona, el cantero Guillem de Orenga y los pintores Gil, Pere Sanç y Andreu de la Torre. El cuerpo del rey descansa dentro de una gran urna o vaso de pórfido elaborado, en opinión de algunos historiadores, en época antigua, concretamente constantiniana. Esta magnífica pieza fue cubierta con una losa de jaspe y un pesado cuerpo de piedra esculpido con imágenes y arquitos góticos trebolados. Al alto valor artístico y arquitectónico del conjunto cabe sumarle su relevancia histórica, pues se trata de un sepulcro real no profanado.
Horario
De martes a domingo, incluidos los festivos.
Del 1 de octubre al 31 de mayo: de 10.00 a 17.00 h (+30') 
Del 1 de junio al 30 de septiembre: de 10.00 a 18.30 h (+30')
Cerrado los lunes no festivos, el 25 y 26 de diciembre y el 1 y 6 de enero. 
La taquilla y la entrada se cierran 30 minutos antes del límite horario.
De los tres monasterios de la Ruta del Cister que visitamos, éste último fue el que más gustó.   
 
 
 
























































 
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